Capítulo 9: Cálido hogar

— ¡Muchas gracias! ¡Visitenme más seguido!

— Lo haremos, que el sol le guíe, Lady Mercedes. —Me despedí.

Ambos nos alejamos de la tienda, Noah cargaba la caja con el traje y aunque le pregunté si quería ayuda, me dijo que no era necesario quitarle el trabajo, algo que sin duda me hizo reír. No solo era la primera vez que viajaba en carruaje, tampoco había salido del castillo. El castillo es demasiado grande como para darte cuenta que estas encerrado en extensas cuatro paredes, por lo que me tomaré mi tiempo para disfrutar este momento. Sin darme cuenta, estiré los brazos y respiré el dulce olor de la comida junto a la tierra húmeda.

— Noah, las niñas te ven mucho, no sabía que eras un galán.

— Estoy seguro que al que observan es a usted.

Las charlas con Noah siempre eran naturales, desde que le enseñé a tratarme como un amigo, no camina a mis espaldas como un mayordomo más y la verdad, lo prefiero así. En ese momento fue que decidí sobre la siguiente parada.

— Vayamos al orfanato.

— ¿Tiene asuntos ahí? Me temo que no se me ha sido notificado. —Preguntó.

— No, se me ocurrió ir ahí, quiero ver como son sus condiciones y si necesitan algo, que mejor manera de ayudarlos. Hasta donde me ha dicho mi padre, ha pasado casi 10 años desde que hizo una donación en el orfanato.

— Es cierto que el Rey no ha brindado ayuda pública en mucho tiempo. Si esa es su decisión, lo seguiré.

— ¡Bien! y quizá luego vayamos a comer algo, ¿Qué tal helado?.

Continuamos caminando por las calles del pueblo. El olor del pan recién horneado o los granos de café, por alguna razón, todo era tan espléndido. Y si, por alguna razón, algunas señoritas me dieron regalos, algo que realmente no necesitaba pero sentía que era más grosero ignorarlas. La peor parte lo recibió Noah, quien era que tenía que cargar todo.

Cuando llegamos al orfanato, me di cuenta que el lugar se veía muy abandonado, además, estaba construido en madera pura, un material cuya expansión de fuego es más rápida.

Nos dirigimos a la puerta y nos atendió una monja.

— Vaya, ¿Como puedo ayudarlos?.

— Se encuentra ante .. —Interrumpí a Noah.

No sé si fuera bueno mencionar mi título, solo quería ayudar, como cualquier ciudadano.

— Mi nombre es Jaimito, vengo aquí con intención de ayudar con una donación pero para eso necesito ver que es lo que necesitan.

— ¿Jaimito?. —Susurró Noah.

— Por supuesto, estaremos muy agradecidos. Pasen, por favor. —Respondió

Aquella monja nos abrió la puerta y entramos a un lugar mucho más lúgubre. Debo decir que se entiende que no tengan mucho dinero, pero espero que puedan mejorar su calidad de vida con la donación. Las pintura de las paredes se estaba saliendo y el suelo estaba casi destruido.

— Como verá, debido a la poca ayuda económica por parte de los nobles, se nos hace imposible mantener el lugar, muchas veces, la gente del pueblo nos regala comida pero hacemos lo posible por alimentarlos

— Lleveme a la cocina. —Murmuré

— Claro, siganme.

Antes de que la monja continuara, retrocedí un poco, me acerqué a Noah y le susurré.

"Revisa todas las habitaciones, si algo te parece extraño, me avisas."

Noah asintió y dijo que esperaría afuera. Por lo que le dará tiempo de revisar todas las habitaciones. No podemos confiarnos en que un gas de la cocina explote, quizá una vela en pequeñas mesas pueda ocasionar un incendio igual, si ese es el caso, podemos donar linternas. En esta época, no todos tienen acceso a la luz, por lo que los incendios por velas y fósforos era común.

Cuando entré a la cocina, era muy notoria la falta de comida, solo tenían pan y queso y no solo ella comía, eran muchos niños, por lo que hice una nota mental: Donar comida.

Me aseguré de ir al tanque de gas.

— ¡Espere! ¡Debe tener cuidado!.

— Está bien, sé manejarlo. —Respondí.

En mi mundo, mi mamá estaba enferma como para ponerlo y mi hermana era pequeña, por lo que desde joven, siempre fui yo quien se encargaba de cambiar los tanques de gas. Al inicio si era difícil, mentiría si dijera que no tenía miedo pero si me pongo a pensar, un mal manejo del tanque del gas, puede ocasionar pérdidas graves.

— Cerrar la llave, verificar el seguro, se mueve bien, también está bien colocado, sin fugas. Parece que todo está correcto.

— ¿Si? Vaya, gracias.

— De cualquier manera le compraré unos nuevos seguros para el tanque, si ve que ese comienza a fallar, puede cambiarlo.

— Le agradezco mucho, joven Jaimito pero ¿Puedo preguntar de que noble familia proviene?.

— E-Es secreto, usaré mi dinero ahorrado, así que procure guardar el secreto por mi.

— Por supuesto. —Se inclinó levemente.

— Cambiando de tema, ¿Puedo ver a los niños?.

La monja aceptó y ambos salimos de la cocina. Luego, subimos unas escaleras y cuando avanzamos por un pasillo, me di cuenta que Noah estaba saliendo de una habitación. Rápidamente grité en alto y fingí caerme, aunque no pude fingir el dolor, si me terminé golpeando la nariz. La monja se inclinó hacia mi, preguntando si me encontraba bien.

Yo, entre risas, le dije que si pero sentí con claridad como mi nariz sangraba.

Pero le di suficiente tiempo a Noah de ocultarse porque ya no lo vi en el pasillo. Saqué un pañuelo del bolsillo y me limpié la nariz, a su vez que me levantaba del suelo.

— Lo lamento, soy torpe.

— No se preocupe, si le duele, puede avisarme.

— No, no quiero molestarla, me encuentro bien, por favor, sigamos con nuestro camino.

Continuamos caminando por el pasillo y cuando la monja abrió la puerta, observé a muchos niños con cara sucia pero que se estaban divirtiendo con algunos juguetes, otros, leían unos libros y unos bebes estaban durmiendo.