Semilla dorada

Tiraban monedas de oro por la noticia de que Malih estaba embarazado. En el harén muchos estaban contentos de que un omega como él pueda ser ascendido, ya que Amira no era famosa por ser simpática con los demás concubinos.

Malih era el único sumido en depresión por los hechos. Tenía nuevos aposentos cerca de los del sultán. Y escogió a Samir como su principal acompañante en el pasar de esos tres meses.

—No estés triste, los hijos son una bendición—

—¿Cómo lo sabes?— El omega se encogió de hombros.

—Es solo un presentimiento— Contestó.

—Ni siquiera sé qué hago aquí— Suspiró Malih. —Se supone que no tendría nuevos aposentos hasta que el bebé naciera—

—Pero, así es más cómodo y seguro—

—El sultán ahora resulta ser sobre protector.—

—Deja de pensar en ello— Le cambió el tema Samir. —¿Qué tal si comemos algo, mejor?— Malih asintió dejando sus sentimientos atrás.

Samir fue a pedir la comida a los cocineros, mientras que el omega se dirigió a la terraza. A su lado estaban los aposentos del sultán.

—¿Cómo te sientes?— La persona que menos quería ver hizo acto de presencia.

Malih retrocedió algunos pasos en defensiva. —¿Qué tan lejos quieres llegar? Ya estoy embarazado— Agachó su cabeza. —Así que por favor, déjame en paz—

—Serás mi sultana pronto, por lo que no lo haré— Intrépido saltó hacia el otro lado.

—No lo entiendo... ¿Cuánto más me harás sufrir?— Nadir se acercó a abrazarlo. El omega no opuso resistencia, ante el tacto del alpha. Su olor lo tranquilizaba.

—Te amo, Malih— Declaró. —No son palabras vacías, te deseo tanto que creo que me volveré loco— Le tocó el rostro, descubriendo el hiyab que portaba. —Las noches a tu lado son insuficientes, todos los días le rezo a la luna para que despiertes una vez más a mi lado.—

Besó a Malih con tanta pasión, que el omega no pudo contra la magnitud de sus sentimientos.

El viento se agitaba a la luz de la luna, iluminando a los dos amantes. —Sultán—

—Llámame como sueles hacer, ya sea Nadir o mi sultán— Le besó la mano con templanza.

—Nadir, yo no comprenderé el significado de tus sentimientos—

—No temas de mí— Le sonrió con amabilidad. —Muy bien sabes interpretar mis sentimientos— Acarició con su pulgar la mano que sostenía de Malih. —Tan bien sabes dirigirlos, que los pisoteaste una y otra vez en tus cartas—

—No me acuse de un acto tan cruel, porque es usted quien es frío— Respondió ágilmente.

—Desde que te conocí, esa frialdad hirvió en el calor de un olla dulce— Su voz se oyó en un susurro.

—¡Oh, qué dulces mentiras!—

—¿Qué debo hacer para que mi amado me crea? Quisiera que me amaras— Suplicó.

—Si eso ocurriese ya no podría ir tras de mí— Sonrió astuto.

—Malih, desde un principio y hasta el final yo siempre te perseguiré— Lo estrechó entre sus brazos. —Mi amor por tí se enancha como el camino de la luna de esta noche.— La brisa sopló salvajemente.

—Su alteza, ya debería regresar, Samir me espera para comer la cena—

—Tienes razón, debes mantenerte tibio— Le colocó sus telas encima. —Descansa, mi amor— Besó su frente y saltó a la otra terraza. Despidiéndose en la ventisca nocturna.

—¿Ya terminaron?— Preguntó sonriente Samir.

—No es educado mirar a hurtadillas— Se avergonzó.

—Ohojo~ Soy oídos sordos— Soltó una risita, mientras tapaba su boca de manera ignota.

Se dirigieron a la redonda mesa, y comieron con sus manos los grandiosos aperitivos.

A la hora de dormir, a Malih le costó conciliar el sueño. Quizás era por la nueva habitación, o por la luz de la luna entrando por las puertas de la terraza.

No, Malih estaba angustiado. —Alá, por favor, si resulta ser un alpha me quedaré atrapado para siempre— Cerró los ojos, a la vez tocaba su vientre. —Por favor... No...— Suplicó antes de quedarse dormido.

Lamentablemente, Malih no logró descansar bien. Tenía náuseas matutinas, Samir hizo lo posible por ayudarle, sin embargo tampoco Malih deseaba comer o beber algo.

A Samir no le quedó otra que decirle a Khalil que andaba de guardia. —¿Así de mal se está sintiendo?— Suspiró al saberlo. —Tú deberías saber comportarte en esta situación— Le regañó al omega. —Pídeles que el desayuno sea diferente, y será mejor que tome leche de burra o leche con jengibre, le quitará el malestar— Samir se inclinó y se dirigió a pedir lo acordado.

—¡Khalil! ¿Qué es todo este ruido?—

—No es importante, solamente Malih no ha podido comer bien debido a su embarazo...— El sultán punzó con sus feromonas al alpha. —¡Y-Ya nos estamos haciendo cargo!—

El sultán avanzó y entró a los aposentos de Malih. —¡Malih!—

—¡S-sultán...!— Se tapó la boca, debido a sus náuseas.

Nadir se acercó preocupado, y lo tomó en brazos. —Será mejor que comas en la cama— Le hizo una señal a los sirvientes. —Llévense eso—

En el momento que Malih sintió la esencia del alpha su malestar se calmó. —Sultán...—

—Estás ardiendo— Le tomó la temperatura. —¡Traigan a un doctor!— Gritó.

—Sultán...— Seguía llamando, incluso después de que lo arropó, no soltó las túnicas del sultán.

—¿Qué sucede, Malih? ¿Te duele en algún lugar?— Malih le tomó la mano, y el corazón de Nadir se agitó.

—Mi sultán— Dijo en un tono débil. —¿Podría abrazarme? Por favor...— El sultán no desaprovecharía aquella seducción.

Lo abrazó e incluso lo besó con furor. La mente de Malih se aclaró ligeramente por la presencia de el alpha.

—Mhm...— Se durmió profundamente, después de los besos de su majestad.

Nadir esperó a que lo revisaran, y le preguntó al doctor omega que le ocurría. —Es normal en algunos omegas embarazados, él simplemente necesita su esencia—

—¿Debo mantenerme cerca?—

—No necesariamente— Dijo. —También puede darle ropas que contengan el olor de su magnificencia— Finalizó su explicación.

—Bien, le entregaré mis ropas al anochecer, y procuraré visitarlo lo más que pueda— Declaró. —Khalil, organiza mi tiempo, y deja lo que más puedas espacios para que me encuentre con Malih—

—Como ordene— Se inclinó para ir a realizar la labor asignada. A pesar de que Khalil no estaba de acuerdo con el amor entre ellos, el sultán parecía aferrarse a su corazón, por lo cual se rindió con su plan de detenerlo.

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