-¿No se pueden cambiar de vuelta?- pregunta Cassandra.
Hace unos días atrás abría dicho sin dudar que no, que la única manera de sacarlos de ese estado es matándolos. Pero… -No estoy seguro- digo. Por el rabillo del ojo noto a Max mirándome, quizá pensando lo mismo que yo. Si no hubiéramos conocido a Cassandra, seguiríamos dando todo lo que siempre conocimos por sentado.
Nos quedamos en silencio luego de eso y pienso en la posibilidad de convertirme en un demonio. Preferiría estar muerto. Ser despojado de toda humanidad y convertirme en un asesino despiadado, sería lo peor que me podría pasar. Convertirme en aquello que siempre he odiado, aquello con lo que juré pelear. En uno de aquellos que mataron a mis padres y a los de Max.
El que los demonios hayan sido nuestros hermanos de armas, es el la razón por la que venimos al mundo de los humanos y tratamos de protegerlos. Los demonios son nuestra responsabilidad, es nuestro deber detenerlos y darles paz. Si algún día llego a ser uno, sólo espero que algún Guardián se encargue de mí.
Trato de sacudirme esos pensamientos, cuando estaciono en frente de la casa que sirve como nuestro cuartel y residencia. Nos bajamos y entramos sin más, no es como si necesitáramos poner llave a las puertas. Los humanos simplemente se mantienen lejos de aquí, como si reconocieran que hay algo mucho más peligro que ellos detrás de estos muros. Supongo que tiene que ver con algún instinto primario, depredador y presa. No por nada se han mantenido con vida y prosperado durante tantos miles de años.
Llegamos a la sala donde dejo a Max y a Cassandra, mientras sigo de largo por el pasillo, hacia la parte trasera del lugar, donde se encuentran los monótonos dormitorios. Cuando llego fuera de la puerta donde se queda Félix, la abro de un empujón, rompiendo el seguro.
-¿Qué diablos?- grita él.
Cuando veo dentro, Félix está tratando de desenvolver de sus piernas las sábanas, para poder ponerse de pie. Es un tanto patético y cómico de ver y pienso que la academia está dejando salir demasiado pronto a sus alumnos, si todos son como él.
-¿Qué… qué…?- pregunta, sorprendido al verme. Veo que está en sólo ropa interior roja y no es una vista que quiera, así que le ordeno vestirse y venir a la sala de inmediato. De ninguna manera hablaré con él así, mucho menos acercarme o dejar que Cassandra lo vea, ya ha tenido suficiente como para además ver a un descuidado guerrero sin vestir.
Regreso a la sala y esperamos un minuto antes de que Félix se nos una, esta vez con ropa encima. Cuando ve que no estamos solos, sus pasos empiezan a vacilar y finalmente se detienen.
-¿Quién es ella?- pregunta, estudiándonos.
-Es una buena pregunta, sobre todo porque se supone que deberías haber estado cuidándola- respondo, con tono de reproche.
-¿De qué hablas? Ya te dije que estuve cuidando a la maldita humana y que se la llevaron los demonios- responde de mala gana.
-Cuidado con la manera en que hablas o podrías encontrarte cuidando algún calabozo pronto- advierte Max, como si nada.
Félix le lanza una mala mirada, pero se queda en silencio. Sabe que está en el limbo, ya que su anterior supervisor y compañero, no entrego una buena opinión a la central y es por eso que lo tienen haciendo labores de apoyo, a todo aquel que lo requiera en esta residencia.
-¿Me estás diciendo entonces que estabas cuidando a la chica equivocada? Porque te puedo asegurar que a la que te pedí cuidar, es la que está aquí presente- digo entonces.
-Mira no sé ok, todas las humanas se parecen. Yo sólo fui a la dirección que me diste y esperé a que saliera- trata de explicar. Todos lo miramos incrédulos por su ineptitud, pero no me trago del todo su cuento, porque le dimos una descripción bien detallada, así que le pido la foto a Cassandra de su hermana y me acerco a Félix.
-Tú y yo sabemos que cada humano es diferente, así que no me vengas con esos cuentos- digo, dándole una mirada de advertencia. –Ahora quiero que veas esta foto y me digas si esta fue la chica a la que viste siendo llevada.
Levanto la foto y se la muestro, inmediatamente puedo ver el reconocimiento en sus ojos, lo que es una pena porque seguramente ya está muerta.
-No estoy seguro- dice, entrecerrando los ojos. Max deja salir un gruñido, mientras yo tomo su cuello otra vez, apretando un poco.
–No me mientas Félix, tengo sueño y no estoy de humor.
-Está bien, está bien. Es ella, la recuerdo bien, sólo suéltame- presiono un momento más y lo suelto, inmediatamente acaricia su cuello.
-No vuelvas a tratar de jugar conmigo o de verdad terminarás cuidado algún calabozo- le prometo. –Ahora vete de aquí.
Abre la boca, pero se lo piensa mejor y regresa a su habitación rápidamente.
Me vuelvo en dirección de Cassandra, para ver como tomó la noticia y la veo observándome con los ojos amplios por la impresión. Mi primer impulso es decirle que no soy violento, pero me detengo y desvío la mirada, eso sería una mentira. Mi trabajo es la violencia.
Me paso una mano por la cara, tratando de concentrarme en lo que tengo que hacer ahora. Veo la hora en el reloj de la pared y me doy cuenta que es muy tarde o temprano, según como se vea. Estoy cansado.
-Esto…- empiezo, pero me estanco sin saber que decir con respecto a su hermana. ¿Cómo se le dan las condolencias?
Seguro volverá a llorar. Pienso con un poco de pánico, pero Max me salva una vez más.
-Eso lo confirma, a tu hermana se la llevaron- dice, con una mirada de compasión y voz suave, -lo siento, pero ella seguramente ya no está viva.
Cassandra nos mira como si estuviera perdida y no pudiera comprender bien lo que escucha.
-Pero puede que todavía lo esté ¿no?- pregunta, como si rogara que le digamos una respuesta afirmativa, aunque estoy seguro que sólo es la necesidad de aferrarse a algo para no asumir la realidad.
-Cassandra… - empiezo, luego tomo un pequeño respiro, armándome de valor, -lo sabes, te lo dijimos antes de llegar. No hay modo en que ella esté viva- y si lo está, seguro que no durará y lo peor es que sufrirá antes del final.
-¿Cómo lo sabes? No podemos estar seguros, no podemos...- dice y sus ojos se empiezan a llenar de lágrimas. Mierda, no otra vez. –Al menos tengo que intentar buscarla, ella es lo único que me queda- dice con la voz ahogada y siento un nudo en mi propia garganta, cuando se limpia los ojos con la manga.
-Cassandra…- llamo de nuevo, esta vez a modo de suplica. Quiero pedirle que deje de llorar, mientras las lágrimas que borró son reemplazadas.
Ella desvía la mirada, -Por favor Rod, ayúdame- susurra.
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