De camino a casa, intento nuevamente llamar a Eli y de paso responder las llamadas perdidas del trabajo, donde se supone que debería estar hoy y aunque entendieron, por supuesto no les gusto. Quizá perderé el trabajo, pero justo ahora no me importa mucho. En cuanto a llamar a mi hermana, obtuve el mismo resultado de antes.
Llego a casa y llamo en voz alta, pero el vacio me responde. No sé qué debo hacer, además de Joaquín no conozco a ningún amigo de mi hermana, lo que es realmente triste.
¿Qué pasa si decidió dejar los malos recuerdos atrás y de paso abandonarme también?
Un miedo paralizante llega con ese pensamiento, deteniéndome a mitad de un paso. No puedo perderla, no puedo perder a nadie más. Fue demasiado cuando nos dejaron nuestros padres, pero al menos la tenía a ella, si la pierdo ¿Qué me queda? no creo poder superarlo, no creo sobrevivir.
Lágrimas empiezan a llenar mis ojos, pero además de un par que escapan contra mi voluntad, evito llorar. No hará ningún bien ahora mismo, ya habrá tiempo para hacerlo.
Sigo mi camino hacia la cocina, obtengo un vaso con agua y me siento en la pequeña mesa de cuatro sillas, que una vez fue el lugar de desayuno de mi familia.
Necesito pensar en algo, ya son un poco más de las once de la mañana y aún no hay señales de mi hermana.
¿Debería llamar a la policía? Pero ellos no harán nada si es que no pasa más tiempo desde que desapareció.
Sostengo mi cabeza entre ambas manos, sin saber cuál debe ser mi próximo paso. No me queda otra cosa más que esperar el anochecer y salir a buscarla por todos los bares de la ciudad, aunque me tome toda la noche, es lo único que se me ocurre.
No tengo contactos a quienes acudir, sólo un amigo con el que juntarse es un hábito en la escuela, pero que no es mucho más que eso. Y por supuesto, ahí están mis padres, a los que no les importamos lo suficiente como para hablarnos tan siquiera.
Suspiro hondamente, temblorosa, frustrada.
Tomo el teléfono y llamo a Eli una vez más, pero suena apagado como siempre. Luego recorro la lista de contactos y me detengo en uno que muchas veces estuve a punto de presionar, pero que nunca utilicé. La palabra Mamá me devuelve la mirada como una burla. Quisiera volver atrás el tiempo, hasta cuando podía decirle sobre cada cosa mala que sucedía y ella me abrazaría para alejar el miedo. Ahora no es más que un recuerdo agridulce.
El resto del día estuve caminando por calles al azar con la esperanza de encontrarla. Cuando no fue así, volví a casa, pero la esperanza de que hubiera vuelto se desvaneció también.
Durante el atardecer, luego de obligarme a comer algo, cierro la casa con un último vistazo alrededor. Después me paseo sin rumbo una vez más o por lo menos eso creo, hasta que me encuentro frente a la casa de mi padre. Es extraño como antes pensé en mamá, pero a quien acabé buscando inconscientemente es a él. Quizá sea porque en el fondo sé que justo ahora es el más responsable de los dos, lo que ya es decir mucho.
Al menos todavía tiene un trabajo y no es un alcohólico.
Veo la linda casa de su nueva familia, una mucho más bonita que la nuestra y un poco de celos me hacen querer lanzar una piedra o pintura en su contra, pero me contengo. Aunque se sentiría algo bien, no cambia el hecho de que mi padre los eligió por sobre nosotros.
Un joven de mi edad sale de la casa y se detiene cuando me ve, creo que debe ser el hijo mayor de la pareja de mi papá. Se sacude su pelo un poco largo y rubio fuera de sus ojos y levanta una mano en un saludo. Tardíamente salgo de mi estupor y retomo mi camino lo más rápido que puedo, ignorándolo.
Ugh
Odio pensar en que sabe quién soy y crea que es patético espiar al hombre que me abandono o peor aún, me compadezca. No puedo creer que la desesperación me haya hecho caer tan bajo, pero el deseo de ir y decirle sobre Eli, de que alguien me ayude es tan grande…
Camino hacia el centro de la cuidad, pasando calle tras calle de casas y tiendas cerrando o cerradas por la noche. Sólo cuando estoy en el centro mismo es que veo la actividad y el bullicio. Termino en una plaza, donde me siento a esperar.
Conforme pasa la hora, cada vez veo menos gente y vehículos transitando. Cuando ya son las once decido que es buena hora para empezar mi búsqueda. Sobre todo porque un grupo de tres hombres, no muy lejos de mi asiento, no dejan de mirarme desde hace un rato y me están poniendo realmente nerviosa.
Me paseo por los bares que están cerca en primer lugar y es sorprendente lo fácil que es entrar sin que te pidan identificación. Sólo en el cuarto bar en el que entro, un guardia me la pide y revisa a conciencia. Luego de que determina que sí, de hecho tengo dieciocho años, me deja pasar.
Una vez dentro hago lo mismo que hice en los anteriores bares. Me siento por allí y observo el lugar, todo lo que puedo con la tenue luz y cuando ya me hago una idea, saco del bolsillo de mi chaqueta una foto de Eli, una que imprimí más temprano. Luego disimuladamente me paseo de grupo en grupo mostrándola, pero además de comentarios algunos preocupados y otros nada agradables, no tengo suerte.
Dejo ese bar también, cuando empiezo a notar miradas raras desde la barra y una vez fuera, vuelvo a llamar a mi hermana. Perdí la cuenta cuantas veces lo he hecho ya, pero no puedo dejar de hacerlo. La esperanza es cruel a veces.
Unas horas más tarde, con un dolor de pies intenso y desolación en el alma, regreso a casa. No puedo creer que nadie conozca a mi hermana, ¿cómo puede ser que nadie la haya visto nunca? Ella salía cada noche ¡maldita sea!
La cuidad es grande, pero no tan grande o al menos eso creo.
Ahogo un bostezo y me doy cuenta que llevo dos noches sin dormir. Mañana debería ser el último lunes de mi año escolar, en cambio planeo ir a la policía, también volver con Joaquín y obligarlo a acompañarme a buscar a mi hermana si es necesario.
Un sonido me saca de mis pensamientos, al principio no logro saber que lo provocó y decido olvidarlo, estoy en la cuadra donde está mi casa y la ilusión de encontrar una luz encendida se esfuma como el aire de un globo roto.
Un sonido idéntico al anterior me hace dar la vuelta. De pronto todo parece tan solitario y oscuro. Un poco de miedo me penetra, pero lo suprimo, tengo cosas más importantes de las que preocuparme que un poco de oscuridad.
Luego nuevamente el sonido reaparece, esta vez en la otra dirección, más cerca de casa. Pero a diferencia de las veces anteriores, en esta ocasión escuché de dónde provino o más bien vi de dónde provino. Una de las luces del alumbrado público se apago y mientras estoy observando, la luz de dos postes más allá también se apaga con un pequeño sonido.
Reviso hacia atrás y sí, faltan varias luces, lo que explica la repentina oscuridad. Nuevamente el miedo empieza a hacer aparición. Es tan extraño, como una mala película de terror.
¿Es aquí donde aparece algún extraño sujeto con intención de descuartizarme?
Trago saliva con la imagen mental. Decido que mi imaginación no ayuda en nada y que debería tomarse unas vacaciones justo ahora.
Decididamente llego el momento de ir a casa y lo más rápido posible, resuelvo.
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