Eva
Maximiliano.
He ganado más de lo que me imaginé cuando la conocí, las mejores cosas tardan en llegar, pero llegan.
Fui honesto con todas las relaciones que tuve, pero ninguna supo valorarlo, hoy, más que nunca doy gracias, la vida tiene muchas dificultades, altos y bajos, pero realmente lo que cuenta es lo que hacemos después.
Creí que moriría, pero me dieron otra oportunidad de vida y para quienes han vivido algo similar como lo que yo pasé, valoramos un poco más poder existir.
Como hombres cometemos mil errores, vamos por la vida haciendo desastre sin sentido alguno, porque al final estamos solos, nos abandonan porque vamos haciendo daño.
Estoy dando pasos agigantados y no tengo miedo, los fracasos y decepciones vienen incluidos en nuestra vida desde que nacemos, solo debemos amar y confiar, creo que es la mejor clave para ser felices.
Hay que ser valientes en la vida y en el amor.
—Hijo, ¿Cómo te sientes?— pregunta mi padre entrando a mi despacho.
—Papá, muy bien— respondí.
—Me alegra hijo— asintió—quería saber, ¿Cómo harás con la empresa cuando Eva de a luz?— preguntó.
—Seguiré al mando, solo que desde casa, estuve mucho tiempo en coma y tengo que ponerme al corriente de todo—dije cerrando mi computadora portátil—Gracias por haber tomado el mando todo ese tiempo.
—Ni me agradezcas, eres mi hijo y no podía dejar caer tu patrimonio— dijo—Bueno si necesitas por apoyo, solo debes llamarme— asentí—¿Cómo llamará a tu hija? Eva no quiere decirme— se cruzó de brazos.
—Monserrat— respondí— pero no le digas nada a Eva, últimamente ha tenido muchos cambios de humor y es capaz de mandarme a dormir al cuarto de huéspedes o me lanza el cuchillo con el que me amenazó esta mañana— reí.
—¿Te amenazó?— Preguntó sorprendido alzando ambas cejas.
—Lo hizo, solo porque le dije que es una gordita hermosa— dije.
—Me recuerda a tu madre, lleve más golpes de ella que de mi madre y solo por halagarla, pero ya sabes las hormonas son las culpables— reímos.
Mi padre se retiró y pude seguir con mi trabajo; Eva tiene los cambios muy drásticos, pasa de sonreír a llorar, de llorar a pelear y a veces no se cómo tranquilizarla, estoy deseando que nazca la bebé o me volveré loco.
Hola cariño.
**Belleza, ¿Cómo te sientes?.
Bien, estoy feliz porque ya me entregaron el nombre de la bebé.
¿De verdad?.
Si, ya lo están colocando en la pared de habitación.
¡Qué bueno! Ya pronto estaré en casa.
¡Te espero**!.
Tome mis pertenencias y salí de la oficina cerrando la puerta con la clave de seguridad.
Me siento un poco incomodo con tantos guardaespaldas, desde que salí del coma no he dejado de salir solo, Katrina sigue libre y puede atacarme nuevamente o atacar a Eva, ella sale con sus respectivos guardaespaldas armados y en casa siempre ha habido seguridad. Gracias a Dios no se ha atrevido a acercarse a nosotros, pero no podemos confiarnos hasta que no esté en prisión pudriéndose junto con su alma.
Eva.
La habitación de Monserrat ya está lista, solo esperamos que ella decida salir de mi barriga, cosa que me aterra cada día más.
Estoy esperando a Max, ¿Desde cuándo la empresa queda tan lejos? Joder, mis hormonas estar más locas que nunca y sé que el pobre de Maximiliano paga todo, pero no está en mí, deseo poder controlarlas, pero no puedo, es inexplicable los cambios que tengo en un día, son tantos que ya me vuelven loca.
Aseguró que él está deseando tanto como yo que Monserrat nazca ya, aunque ya sabemos que no tendremos un descanso digno, pero estoy muy consciente de que es mucho mejor eso, ella crecerá y tendrá más horas de sueño y nosotros podremos descansar dignamente.
Éstos últimos meses han sido de locura total.
—Priscila me traes un vaso de jugo, por favor— pedí sintiendo mi estómago un poco revuelto y hoy el dolor de la espalda baja es mucho más intenso, pero debe ser normal por el peso y no he tenido descanso por estar acomodando todo lo de ella.
—Está bien señora— asintió y salió de la sala a paso veloz.
El vaso de jugo llegó a mis manos, lo tomo de a poco no quiero vomitar toda la sala, sería muy asqueroso.
—Cariño— besó mi frente Max.
—Hola— saludé.
—¿Estás bien?— preguntó frunciendo el ceño.
—Tengo el estómago revuelto y dolor en la espalda baja, pero estoy segura que es porque no he descansado— respondí sintiendo cada vez más fuerte el dolor.
—¿Segura? ¿No quieres que subamos a la habitación?— preguntó preocupado.
—No, yo creo que la bebé ya viene— dije asustada.
—¿Por qué tan segura?— preguntó tomando mi rostro entre sus manos.
—El dolor está aumentando y tengo la sensación de ir al baño y por lo que la doctora me explico, creo que hoy doy a luz— explique con lágrimas en los ojos— quiero ducharme, siento mucho calor— dije.
—Vamos, te llevaré al cuarto de huéspedes— me sujeto por las manos ayudándome a colocar de pie.
Caminamos a paso lento, siento como si mis caderas se estuvieran abriendo, es muy doloroso. Entramos al cuarto de baño y me quite la ropa rápidamente, estoy sudando muchísimo.
—Traeré ropa cómoda— dijo Max y salió a paso veloz.
Dejo que el agua fría refresque mi cuerpo, estoy asustada, pero a la vez aterrada, son dos sentimientos encontrados muy fuertes difíciles de explicar.
Sentí algo caliente correr por mis piernas y observé el piso lleno de un líquido amarillo.
—¡MAX!— grité viendo ahora sangre—Rompí fuente— susurré.
—Cariño ven— me ayudó a salir— Tenemos que irnos al hospital— dijo.
Asentí y me ayudó a colocar un vestido verde agua que compre justamente para este día.
—¡Por Dios!— chille cuando sentí la tan famosa contracción—Maldición, vámonos ya— pedí.
Max llamo a Priscila y está corrió a buscar el maletín que ya había preparado, mientras nosotros salimos de la habitación.
—Llama a mis padres— pedí ya en el auto— y a Claire, sino dejará a mi pequeña bebé huérfana de madre— reí.
—Está bien cariño, pero ahorita está importante llegar al hospital no quiero que des a luz aquí en mi auto— dijo— Priscila llama a la doctora Paskele, a mis padres, a los de Eva y a Claire, los números están en la agenda que está en mi oficina— ordenó y puso el auto en marcha.
Aguanto todas las ganas de gritar cuando siento una contracción, el día más esperado ha llegado y las ganas de conocer a mi hija están siendo más fuertes que el miedo.
—He cambiado de opinión con respecto al nombre— logré decir— me gusta más Lea Monserrat— dije observándolo.
—Se escucha mejor, me gusta— dijo con una sonrisa.
Vi el gran edificio asomarse y sentí un gran alivio, la doctora debe ya estar esperando mi llegada para ser ingresada de una vez.
Max me tomo en sus brazos y me saco del auto, me sentó en una silla de ruedas que estaba preparada para mi y entramos de lleno al hospital, él se quedó con la enfermera dándole mis datos para hacer el ingreso legalmente.
—Esperaba tu llamada Eva— dijo la doctora.
—Fue inesperado— dije.
—Muy bien, veré cómo estás con la dilatación— dijo colocándose unos guantes.
Estoy acostada en la camilla con mis piernas a cada lado bien abiertas, siento mucha vergüenza, porque desde el ángulo de la doctora se ve mi parte íntima completamente.
—Eva estás muy bien con la dilatación, la enfermera te ayudará a colocarte la bata quirúrgica y el gorro, en una hora estarás dando a luz a tu pequeña bebé— explico y asentí.
Está ocurriendo, mi bebé muy pronto estará en mis brazos, podré conocerla, uno de mis sueños se está haciendo realidad.
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