Capítulo 4

...Eloísa, ¿Por qué no te podemos contactar? ¡Te extrañamos, Eloísa!. Y también mi mamá....

...¿Dónde estás realmente? ¿Por qué no envías tu dirección actual?....

…¡Eloísa, si hice algo mal, perdóname, pero no me evites así!....

...¡Echo tanto de menos a mi hermana mayor! Quiero volver a hablar como antes. Por favor, responde mi mensaje....

...Eloísa, ¿Cómo estás por allá? Donde sea que estés, espero que estés bien de salud. Recuerda comer y descansar regularmente....

...Tía, ¿No nos extrañas a los dos?....

Una foto de gemelos, un niño y una niña, sentados juntos riendo, mostrando sus dientes de leche, estaba incrustada en el mensaje. Sí, ambos eran Emily y Mike.

Todos los días, Luna le enviaba mensajes por correo electrónico a Eloísa, ya que era imposible contactarla por teléfono. Eloísa lo había hecho por una razón: estaba cansada de tener que inventar mentiras.

Su amiga seguía preguntando por su paradero, su estado de ánimo y le recordaba que comiera. No solo Luna, sino también sus hermanos. Siempre preguntaban por ella y dónde estaba.

Sin embargo, Eloísa nunca respondió a ninguno de los mensajes. Solo los veía y luego cerraba la página de correo electrónico en su computadora portátil. Aunque a menudo escribía respuestas largas, quejándose de su situación actual, al final las borraba antes de enviarlas.

¡Su estado de embarazo era cada vez más evidente con el pasar de los meses! También las náuseas y los antojos iban disminuyendo lentamente. Esto hacía que Eloísa pudiera moverse libremente de un lado a otro, sin temor a que algo le pase a ella o a su bebé.

Eloísa estaba terminando de leer los correos electrónicos en su bandeja de entrada, para al final decidir dar un paseo por el parque cercano a su apartamento.

Mientras caminaba, las hojas caían a su alrededor, cubriendo cada centímetro de tierra a su paso en esa temporada de otoño.

Después de un tiempo, Eloísa decidió regresar a su apartamento, pero se detuvo en seco.

"Si vuelvo a casa, estaré sola de nuevo", pensó. Entonces decidió sentarse en uno de los bancos del parque.

Eloísa levantó la vista al cielo de Manhattan, observando con detalle el atardecer, para luego decir en voz alta: "Mamá, ¿Sientes lo que siento? ¿Hice que te sintieras sola?" Las lágrimas corren por sus mejillas al recordar a su madre que falleció demasiado joven.

De repente, recordó el día en que perdió a su gran madre para siempre. Tenía apenas 10 años y estaba en quinto grado, debido a la gran inteligencia que tuvo siendo aun pequeña.

Aquella mañana su madre estaba radiante de salud cuando la ayudó a vestirse, le preparó el desayuno y la acompañó hasta la escuela.

No había ninguna señal de que perdería a esa mujer ese mismo día. Durante el recreo, la directora y una vecina de Eloísa, a quien llamaba tía Mary, entraron en su clase. La tía Mary se arrodilló frente a la pequeña Eloísa, agarrando sus dos manos. La mujer miró a la directora, quien acariciaba la cabeza de Eloísa con cariño.

"Eloísa, Eloísa, es una niña inteligente, ¿Verdad?", preguntó la tía Mary. La pequeña Eloísa solo respondió con un gesto de cabeza.

"¡No sabes cuánto lo lamento! Tu mamá ya no está aquí".

"¿Mi mamá se fue, tía Mary?", preguntó Eloísa inocentemente.

"Sí, cariño, tu mamá ha fallecido".

El ambiente se volvió inmediatamente silencioso, ya fuera que la niña no hubiera entendió lo que la tía Mary quiso decir o que estaba en shock al escuchar lo que acababa de escuchar. Al segundo siguiente, Eloísa comenzó a llorar y acusó a Mary de mentir.

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"¡No debe sentarse sola si está embarazada!", dijo una de los visitantes del parque el cual se había sentado hacía un tiempo en el banco donde estaba Eloísa.

Su ensoñación fue interrumpida de inmediato, sus dos manos estaban en su cara, sintiendo su mejilla húmeda.

"La gente dice que si estás embarazada, no debes llorar demasiado o el bebé será sensible y mimado, pero para mí, es mejor llorar si eso nos hace sentir mejor, ¿No es cierto?" Dijo aquella mujer de nuevo, pero Eloísa no le respondió.

"¡Permíteme presentarme! ¡Mi nombre es Elena! Mi esposo y yo estamos en luna de miel aquí. Él tiene asuntos que resolver, así que me pidió que lo espera en el parque, lo siento si mi presencia te molesta", dijo Elena mientras extendía la mano hacia Eloísa.

"Eloísa", respondió ella mientras aceptaba el saludo de Elena con una sonrisa forzada.

¡Qué mujer tan parlanchina! ¡No dejaba de hablar y preguntar! Pero eso era realmente entretenido para Eloísa.

"Me voy de todas maneras, mi esposo me está llamando", dijo Elena mientras señalaba a un hombre a unos cincuenta metros de distancia de ellas. "¿Puedo tocarte el vientre? Quiero contagiarme de tu embarazo".

Eloísa sonrió y asintió con la cabeza. Sin perder tiempo, Elena le tocó el vientre.

"¡Gracias! ¡Espero quedar embarazada pronto!", dijo Elena después de agradecerle a Eloísa y de que esta le tocara el vientre. Elena se fue rápidamente para poder reunirse con su esposo.

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Por otro lado.

Después de cenar juntos, Peter regresó a su oficina para continuar trabajando. En realidad, esta era la manera de Peter para poder olvidar a Eloísa, siempre manteniéndose ocupado.

Peter seguía en esa habitación hasta la una de la madrugada, mientras que Lía acababa de despertarse. Desde que estaba embarazada, solía despertarse en mitad de la noche porque tenía hambre y quería ir al baño.

Como Peter, aun no estaba en la cama, Lía decidió ir a la oficina de su esposo.

Su esposo estaba moviendo papeles bajo la luz brillante y al mismo tiempo mirando hacia la computadora portátil. Parecía muy serio.

"¿Por qué todavía no estás durmiendo?", preguntó Peter sin dirigirse a Lía.

"Acabo de despertar", explicó Lía mientras se sentaba en el sofá del despacho de su esposo, sin que él se lo pidiera. "Hoy fui al médico, me dijo que no puedo tener un parto normal porque la placenta está bloqueando el canal de nacimiento, también hay un nudo en el cordón umbilical".

"Haz lo que te dijo el médico, no queremos que suceda algo malo con la bebé", interrumpió Peter el discurso inacabado de Lía.

"De acuerdo," dijo Lía con la cabeza gacha. "¿Me acompañas a la habitación?"

"¡No! Tengo un proyecto importante que manejar en las próximas semanas. Sería mejor que vuelvas a la habitación y duermas, no molestes mi trabajo" oyendo esto, Lía se levantó de su asiento antes de que él la terminara echando.

Una vez que la puerta de la oficina se cerró, Peter sacó la foto de Eloísa del cajón.

"¿Por qué todo es tan difícil para mí, mi amor? ¡No sabes cuánto quiero abandonar todo y estar a tu lado! Pero tengo miedo de que me odies aun más ¿Podremos estar juntos como solíamos hacerlo?", Peter siguió hablando consigo mismo, como si hubiera perdido la razón.

El amor no solo era capaz de cegar, sino también de volver a cualquiera loco. Cuando uno se enamora, se olvida de toda lógica.

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¡Continuará!

¡Disfruten la lectura!

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