Límite de paciencia.

Narra Maximiliano.

Estoy en la Oficina del club planeando con mis primos la forma de conseguir información de lo que estan tramando los Salazar cuando de repente llega Luccas diciéndome que la maldita loca de Sara ha golpeado a Kathleen, esa zorra ya colmo la poca paciencia que le tenía .

Llego hasta donde está nonna sosteniendo a Kathleen , ella se encuentra con la cara en el pecho de nonna, me acerque a ella y tome su cara entre mis manos para verificar el daño que le había hecho, me percate de su mirada y en ella solo veía ira y mucho odio hacia Sara y quizás hacía mí, —maldita loca ¿cómo osa en golpear a mi Regina?— Con la mirada fija caminé hacia donde se encontraba Sara, la tomé por el cuello y la empujé hacia la pared haciendo que su espalda se golpeara fuerte con la misma.

Maximiliano : — la apreté fuertemente por el cuello — Maldita hija de puta te has atrevido a golpearla ¿ pero quién diablos te has creído tú?¿ con que derecho te has atrevido a golpearla?... entiende de una maldita vez Sara, tú solo eres una puta que trabaja para mí, eres una maldita puta que solo quiero para coger , grabate eso en la cabeza de una puta vez , solo eres una maldita puta más en mi vida y en mi club , no tienes derecho alguno de golpearla ni de decirle nada porque no eres nadie en mi maldita vida .

No suelto el agarre de su cuello cuando mi madre me dice que la ha golpeado porque se ha enterado de que es ella la que vive en casa y le ha dicho que se largará, que me dejara en paz porque yo era su hombre y que si no lo hacia la mataría , amenazándola con un cuchillo cuando mi bruja solo se acercó a la barra a pedir una botella de agua. En ese momento mi ira se intensificó aún más apretando más fuerte su cuello.

Maximiliano: —mi agarre era más fuerte y la ira me estaba consumiendo —Te das cuenta de lo que has dicho hija de perra... tienes el descaro y la osadía de amenazarla y decir con aires de señora que yo soy tu hombre, pero te has vuelto loca Sara, mírala, mírala bien, mírala a ella — señale a Kathleen — ella es una DAMA, ella es una mujer que merece todo lo bonito de la vida, ella irradia educación, elegancia, decencia , poder y tú... tú das pena, das asco, eres solo una maldita puta en esta vida, mírala bien hija de perra — solté mi agarre de su cuello y la agarre por la nuca acercando la a Kathleen — mirala porque ella y solo ella tiene el derecho de decir que yo soy su hombre, solo de sus preciosos labios puede salir que soy suyo, que le pertenezco y que solo soy de ella... solo ella tiene el derecho ¿me estás entendiendo pedazo de mierda?.... — un grito me paralizó y dejó el club en silencio —.

Kathleen : — se acerco a mí y me grito delante de todos — ¡¡¡ ya basta Maximiliano!!! Ya está bien... Déjala ir, soy yo la que debe de gritarle, soy yo la que debe de insultarla... — mi agarre hacia Sara se hizo más fuerte y está sollozaba, Kathleen se acerco a mí y me agarró de las manos mirándome a los ojos— suéltala Maximiliano... Por favor ya no le hagas más daño —agarró mi cara entre sus manos y me miró fijamente — ya basta Maximiliano... Ya entendió, ya la heriste lo suficiente si en realidad eso era lo que buscabas... Déjala ir por favor, solo esta celosa porque te ama es todo, ya no la lastimes más por favor.

Maximiliano : —su actitud y sus palabras me hicieron soltar a Sara y por un momento sentí como cedí el poder a una mujer que apenas conocía, pero que con solo una palabra y un gesto me doblegó — Sara hazme el favor de largarte de aquí... no te quiero volver a ver en mi puta vida ¡ Esci di qui adesso ! (Largo de aquí ya )

Soltando a Sara le hice una seña a uno de mis hombres dejando en claro que la quería muerta, porque nadie que se atreviera a golpear a mi dama tenía el privilegio de seguir respirando... este asintió con la cabeza y se la llevaron de allí.

Todos fijaban sus miradas en mí y yo solo fijé la mía en mi Regina tomándola del mentón y revisando su perfecto rostro que sin duda alguna tenía la marca de la mano de esa hija de perra , ella con tristeza bajo la mirada .

Maximiliano: —la volví a agarrar por el mentón haciendo que levantará la mirada — No, no bajes la mirada Regina mía, no la bajes nunca, ni delante de mí ni delante de nadie, mirame a los ojos como siempre lo has hecho y perdóname por haber permitido que esa zorra te golpeará, pero no te preocupes que eso no volverá a suceder.

Dejando rodar unas lágrimas me miro fijo y solo silencio recibí de ella , debo admitir que eso me preocupo y me confundió porque no sabía si esas lágrimas eran por mis palabras, por el dolor de la bofetada o por mi actitud hacia Sara.

Mi madre sonreía y agarrándome del brazo me condujo a mi oficina mientras nonna hablaba con la mia regina. Llegué a la oficina con mi madre y está solo me abrazó y me dio un beso en la frente algo contenta y yo no entendía el porqué de su alegría.

Luccía:— me abrazo nuevamente — Hijo mío le acabas de alegrar el corazón a tu vieja madre .

Maximiliano: — la mire confundido — Madre tengo que admitir que me encanta alegrar tu corazón, pero podrías explicarme ¿ por qué diablos me dices eso y por qué estas tan feliz ?

Luccía: —me agarró de las manos y me sentó junto a ella — Mi alegría se debe a que esa chica te gusta y no solo de una forma carnal, te gusta más allá del deseo y la lujuria, lo puedo notar en tus ojos, mi pequeño niño .

Maximiliano: — me solté de su agarre y me levante de inmediato — Madre deja de hablar incoherencias por favor, solo me molestó el hecho de que esa hija de perra la golpeará sintiéndose dueña de mí eso es todo.

Mi madre solo sonrió me palmeó el pecho y dándome un beso en la mejilla salió de mi oficina. Baje unos minutos más tarde aún procesando lo que me había dicho mi madre. Al llegar donde estaban ellas, las encontré a todas riendo, me acerque y me deje llevar de sus ocurrencias y reuniendo paciencia para pasar un rato de tortura porque cuando mi madre decide llevarnos de compras simplemente tenemos que ir porque por muy machos alfas y muy mafiosos que seamos cuando mi madre dice que tenemos que ir con ellas... simplemente tenemos que obedecer << No gobiernan el mundo es porque no les apetece >>.

Narra Kathleen.

Cuando esa desgraciada me abofeteó me llene de tanta ira que por un momento deseé que la mataran, pero no me agradó ver la reacción de Maximiliano, me aterre al verlo así de esa manera tan agresiva y segado por la ira , me dio mucho miedo no lo puedo negar, aunque sentir como él cedió el poder ante mí me hizo sentir rara, pero emocionada a la vez.

Pasé el resto de la tarde con las féminas Fiorelli haciendo compras y riendo de lo mal que lo estaba pasando Maximiliano, él no deseaba estar allí y andar de compras era todo una tortura para un hombre como él.

Cuando ya nos íbamos a ir pasamos por una tienda de niñas e inmediatamente pensé en la pequeña Lucciana, la emoción hizo que agarrara a Maximiliano por un brazo adentrándonos a la tienda de prisa, yo estaba emocionada <>. Estaba tan emocionada comprando y dándole las cosas a Maximiliano que por un momento me olvide que era él el que estaba conmigo y no una de las Fiorelli, llegamos a la caja y pague inmediatamente dándole algunas bolsas a él para que las llevará.

Salimos de la tienda y las mujeres que nos esperaban solo reían al ver a mi bestia cargando las bolsas <>. Él solo me miraba y sonreía, luego miro a su madre que le hizo un gesto como de victoria y éste solo frunció el ceño dándole una mirada de desagrado, no entendí nada así que solo decidí subir al auto.

Al llegar a la mansión Fiorelli subí a buscar a la pequeña Lucciana y bajando con ella en brazos empecé a medirle todo lo que le había comprado, la señora Luccía estaba fascinada con todo lo que elegí para la niña y todas gritábamos de emoción viendo lo bella que se veía y lo lindo que le quedaba todo, Maximiliano estaba en uno de los sofá sentado en silencio con solo una sonrisa en sus deliciosos y perfectos labios mientras veía como nos derretiamos con Lucciana.

Después de un rato salí al jardín y me quedé mirando a la nada, pensando en lo sucedido en el club. Maximiliano al igual que yo estaba roto, no confía y se notaba que hay heridas que aún le duelen, al igual que yo esta lastimado y esa forma tan natural de ceder su poder hacia mí me dejaba saber que hago bien en no cerrarme al amor... Su mirada y esa actitud de compasión ante mis palabras me daban una punzada por todo mi cuerpo que me hacía sentir rara, bonito, pero raro.

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