12. AMOR

EVANGELINA

Llevamos a Hugo a la mansión, afortunadamente la herida no es profunda. i grave.

Dong está aquí ayudándome a curarlo.

–. ¿Ya están pasando las cosas? –pregunta.

–. Si, envié a Angus a qué organizara todo –dice Dong–. Deberías descansar.

–. Podré descansar en paz cuando acabe con los Leone –dice.

Mí cuerpo tiembla ante esas palabras. ¿Por qué tiene que llevar esa venganza en si?.

–. Ahora eso es lo de menos –lo miro–. Descansa. Yo me tengo que ir.

–. Está bien, nos vemos –dice.

Salgo de la mansión en mí moto. Mientras conduzco tiemblo.

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• MANSIÓN LEONE •

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Entro despacio para que nadie me escuche, veo a todos en la sala hablando. Mientras subo alguien toma mí brazo y me lleva hasta la sala.

–. ¿Hace cuanto estas de su lado? –me pregunta Ornella.

–. ¿Que...?

–. No me mientas, te seguí –me dice–. ¿Por qué estás del lado de quien quiere nuestra aniquilación, Eva?.

–. No sabía quién era, Orne –digo–. Lo juro, hasta hoy me enteré.

–. ¿Y por qué fuiste a ayudarlos? –me mira enojada–. ¿Por qué no dejaste que nos mataran?.

–. Ninguno iba a salir vivo de allí –le digo tristemente–. Los salve a todos ellos. Iban a matarse hasta que no quedase ninguno de ellos vivo.

–. ¿Que vas a hacer ahora, prima? –pregunta con furia–. ¿Ellos o tu familia?.

–. Quiero salvarlos a ambos, Ornella –tomo su brazo–. Sin que ninguno de los bandos resulte acabado y eso haré, punto. Si quieres ir con mí padre y contarle esto hazlo, que me encierre y que en la guerra que se desate todos mueran... Porque así va a acabar esto.

–. Nuestra mafia es una de las más...

–. ¡Basta, Ornella! –le digo–. Tu no viste lo que yo vi allí. Nadie puede entrar a ese búnker sin que resulte muerto. ¿Entiendes?. Anda ve y diles.

Ella me mira seriamente y luego se ríe. Baja los brazos.

–. No puedo creerlo –dice mirándome con sorpresa–. Te enamoraste de él. ¿No es así?.

–. Ya déjame tranquila –me alejo–. Cuentales si quieres, no me importa.

Subo las escaleras y me encierro en mí cuarto.

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6 DE MAYO DE 2.046

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Anoche no hubo ningún incidente y nadie fue a mí cuarto queriendo matarme así que imagino que Ornella no dijo nada.

La preocupación que siento por Hugo supera más que mí juicio, antes de que todos despertarán salgo de la mansión a escondidas por el cerco de atrás. Tomo un taxi un par de calles más adelante.

Llego hasta la inmensa mansión de Hugo y los guardias me permiten el paso. Entro y subo a la habitación.

–. ¿Hugo? –pregunto–. Soy Angela. ¿Estás ahí?.

La puerta no tardo en abrirse, Hugo de pie delante de mí.

–. ¿No crees que es muy temprano para molestarme? –pregunta.

–. Estaba muy... –trago saliva–. Preocupada por ti. Perdona por...

Entonces veo como una sonrisa se dibuja en sus labios. Suspiro y me cruzo de brazos.

–. ¡Ay que chistoso! –digo sarcástica–. Idiota.

Le doy un golpecito en el hombro, hace una mueca de dolor.

–. Perdoname, pero me... Uuff... –bufo–. Ven déjame ver tu herida.

Lo llevo hasta la cama y le quitó los botones superiores de su camisa, veo su herida no es tan grave.

–. Es solo un pequeño raspón –digo–. Pero debe doler. ¿No es así?.

–. No es el sentimiento que predomina ahora –dice.

¿Esa es su voz?.

Lo miro a los ojos, como dos imanes que me atraen hacia un agujero negro, un callejón sin salida.

–. Aammm... –me levanto–. Se te va a curar pronto.

–. Estamos cayendo, Angela –murmura detrás mío–. Lo sabes.

–. No debo caer, Hugo –cierro los ojos–. No puedo y no debo.

Pasa sus manos por mis hombros, acariciando mis brazos tiernamente.

–. Es demasiado tarde para decir eso –susurra en mí oído–. He estado soñando contigo... Más de lo que me gustaría.

–. Yo... –niego frenéticamente–. ¡Tengo que irme! ¡Tengo que hace...!

Me gira hacia él y estampa su boca contra la mía, su lengua se abre camina entre mis dientes, lo recibo... Encantada. Es como si miles de mariposas volarán en mí estómago.

Hemos estado dos meses jugando a este juego de deseo y desafío... Aquí llegamos, no quiero alejarme no puedo hacerlo...

Me lleva hasta la cama donde caigo en medio de está, él se coloca sobre mí evitando cualquier movimiento de mi parte, ni que quisiera irme. Deja mí boca para deslizar la suya por mí cuello.

– Ay Dios... –gimoteo–. Si...

Escucho su respiración, está tan acelerada como si hubiera esperado por años esto. Mí camiseta termina volando a alguna parte de la habitación, mis pequeñas manos se aventuran a su camisa dónde, botón por botón, termino de quitársela.

Estoy muy nerviosa, muy pero muy nerviosa. ¡Tengo que decírselo!, anda Eva.

Mientras sus manos me quitaban la ropa su boca estaba en cada rincón, me costaba respirar o hablar debido a que de mí boca solo salen gemidos. Termina de desvestirse a él, es todo un espectáculo este hombre... Es perfecto.

–. Eres hermosa... –me dice.

–. Hugo... –murmuro.

Me lanzó a sus labios. Minutos después me tocó sentir un gran dolor y ardor, solté un quejido.

Hugo se queda quieto, petrificado. Ops... Debí decírselo. Debí decirle que soy, bueno era virgen.

Él no dijo nada solo se quedó quieto, me beso de nuevo y cuando mí cuerpo poco a poco se fue relajando, aunque aún dolía comencé a sentir goce y placer.

–. Dios –jadee–. Más rápido... Más...

No me hizo suplicar más, hace lo que le pido logrando que mis gemidos sean incontrolables.

Por momentos, por este hermoso momento que estoy viviendo a su lado... Olvido por completo todo lo que pasa, la guerra entre él y mí padre, la mentira... Todo se va a un lugar donde espero que no vuelva aún.

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