9. GUSTA

EVANGELINA

–. Bien –dice–. Ellos son masomenos todo el equipo.

–. En su mayoría me cayeron bien –sonrío–. Gracias.

–. Perdona a Morgan –suspira–. Es un poco...

–. Es una amante celosa –me río–. Entiendo.

Me sonríe ladeando la cabeza cuando está apunto de contestarme su celular se pone a sonar.

–. Tengo que irme –dice–. Bueno... Recorre el lugar.

–. No tienes que decirme dos veces eso –le guiño un ojo.

Sonríe una última vez y se va.

Yo empiezo a caminar mirando el lugar. Al llegar al centro del lugar y veo a todos, incluyendo Morgan, me mira como si fuera un bicho raro.

Uno de los hombres más alto que vi cuando entre en secreto se adelante debe medir al menos dos metros y algo.

–. Con que... –grita y se gira hacía los demás–. ¿¡Ella es la nueva miembro!?.

–. Así es –dice Angus–. Hugo dice que es una buena integrante.

–. Mmmhh... –me mira de arriba abajo–. ¿Eres su nueva Barbie como Scarlett?.

–. ¿Perdona? –pregunto indignada–. Ya he escuchado esa frase dos veces. Mejor disculpate porque no me gusta como sale de tu boca.

–. Debes estar muy fuerte bajo las sábanas –se ríe–. Ya que le muestras al "señor Salvador". ¿Por qué no me muestras a mí y a los demás compañeros?.

Todos se echan a reír con ganas, incluyendo Morgan.

–. ¿Quieres que te lo muestre? –le sonrío–. ¿Estás seguro?.

–. Mmmhh... –se acerca a mí–. Claro que sí. Cuando tu quieras.

–. Bueno, ahora entonces –le digo.

–. ¿Ahora? –pregunta confundido.

No tardo en reaccionar y ¡BAM!.

Cae en el suelo y todos guardan silencio. Entonces alguien aplaude detrás de ellos, todos se apartan dejando ver a Hugo, camina hacia mí.

Mira a él tipo.

–. ¿Ahora entiende por qué es miembro ahora? –pregunta.

–. Si –dice adolorido–. Perdón.

Hugo se acerca a mí.

–. Es una vergüenza –suspira–. No tendría porque tratarte así.

–. No te disculpes, Salvador –me cruzo de brazos–. No es la primera vez que alguien me subestima.

–. ¡TODOS VUELVAN A LO QUE ESTABAN HACIENDO! –grita mirando a todos–. ¡AHORA!.

Nadie se opone ni dice absolutamente nada y siguen su camino.

–. ¿Por qué creen que me acuesto contigo? –pregunto.

–. Creo que sabes porque eso –se cruza de brazos–. Me miras con unas ganas evidentes.

Alzo las cejas curiosa, sonrío.

–. ¿Perdona? –me cruzo de brazos–. Querrás decir que tu me miras con esas ganas.

–. Creo que es evidente que ambos lo hacemos –me sonríe–. Pero dejaremos que el tiempo decida eso.

–. Nosotros dictamos ese tiempo, señor Salvador –me acerco a él–. Veamos quien cae primero.

Camino hacia él bajo su mirada, este me sigue con la suya. En cierta manera, amo como me siento en sus ojos negros.

–. Permiso, señor –le digo.

–. Claro, señorita –se aparta–. Nos vemos más tarde.

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• MANSIÓN LEONE •

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Entro a la mansión ya de noche, me siento muy bien.

Llego al salón y veo a mí padre sentado en el sofa, mirando hacia la puerta que da al jardín.

–. ¿Donde estabas, Eva? –pregunta sin girarse hacia mí–. Llegas más tarde de lo normal.

–. Fui con Remi, papá –me acerco a él–. Quería hablar con él.

–. Llamé a Remi y me dijo que no estabas con él –se levanta y me mira–. Me mientes, jamás lo has hecho, hija. ¿Por qué ahora?.

–. Aaamm... Papá es que...

Piensa, Eva, piensa. Dile algo.

–. Estoy enamorada, papá –digo rápidamente–. Estaba con él.

–. ¿Estás enamorada? –mi madre baja las escaleras–. ¿Cómo que estás enamorada, hija?.

–. Así es –miro a mí padre–. Lo conocí hace un mes y bueno...

Les empiezo a contar toda una historia, ni muy falsa y ni muy de fantasía. Me estoy empezando a creer una mentirosa patológica.

Voy a habitación para darme una ducha, me pongo mí piyama y me acuesto. Mirando al techo pienso en todo lo que pasando y lo único que sobresale es Hugo... Sus ojos, su olor, su voz... Esa sonrisa tan hermosa.

Cierro los ojos y me dejó llevar por el sueño.

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El vestido rojo se va deslizando hacia abajo por mí cuerpo terminando en el suelo, su mano baja suavemente por mí espalda ya desnuda.

–. Tu piel... –murmura en mí oído–. Ansiaba tanto tocarla.

–. Imaginé tanto este momento, Hugo –digo afectada por su tacto.

–. Y yo no sabes cuánto... –suelta un suspiro.

Besa mí el inicio de mí hombro y sube hasta mí cuello, cuando hasta detrás de mí oreja siento como todo mí cuerpo reacciona y un jadeo inevitable sale de mí boca.

–. Desde la primera vez que te vi... –susurra–. Supe que ibas a ser mí perdición... Mí adicción.

–. Me encantaba desafiarte –sonreí–. Ver cómo perdías tu control.

–. Ya verás que tanto me hiciste perderlo...

Me gira hacia él y me besa como si nuestro mundo dependiera de eso.

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¡RING, RING!. ¡MALDITO DESPERTADOR!.

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