Capítulo XX

Al rato una enfermera salió preguntando quien era Armando, enseguida respondí preocupado.

—La paciente Leila Tadeus pide que pase a verla, solo usted, por favor.

Mordí mi labio y miré a mi hermano, sé que estaba dolido, pero él solo asintió y seguí a la persona. Al entrar solo cerré mis ojos, el rostro de Lei estaba mejor que el de Sami, pero no lejos.

—Tan mal estoy. ¿Eh? Tu hermano solo me mira con lástima y no dice nada.

—Leila, debes entenderlo, porque no es fácil. Ayer cuando vi a tu hermana no sabes cuantas veces pedí que fuera yo.

—¡Sam! —Lágrimas corrieron por su rostro—. ¡Ella no debía pasar por algo así, es mi culpa!

—¡¿Qué dices?! Tranquila. —Voy a servirle un vaso de agua para luego dárselo—. Bebe, cuando logres calmarte, entonces hablamos. ¿Ok?

—Ok.

Toma el agua despacio y respira, pude notar como poco a poco ese ataque de pánico comenzaba a pasar.

—Ahora por favor, cuéntame desde el inicio que pasó.

—Sam recibió una llamada de que tenían información para darle, sobre quien robo los datos de la empresa. No la quise dejar ir sola, así que la acompañé. Dona estaba allí.

—¡¿Dona?!

—Una de las secretarías de despacho que la odiaba, se prestó para que secuestraran a Samay, pero no contaba con que yo estuviese allí. Cargaron con nosotras y nos llevaban sin darse cuenta de nuestros teléfonos, hasta que el mío sonó, entonces nos golpearon y nos quitaron los móviles. Llegamos a un almacén y comenzaron a hablar que debían aprovechar que estaba tan buena, no podían malgastar algo así. Uno incluso habló de que Samay también podía ser aprovechada antes de morir, pero que empezarían conmigo. —Cerré mis ojos por un momento, la sangre me hervía al oír aquello—:

>> Trate de defenderme, pero dos hombres sobre mí eran demasiado, rasgaron mi ropa, los gritos míos y de Sam eran elevados. Cuando pensé que todo estaría perdido, de alguna forma ella logró vencer al hombre que la sostenía. Se lanzó contra los que estaban encima de mí y peleó como una guerrera, jamás pensé que mi hermana tuviera tanta fuerza. Me levanto y me mandó a correr, uno de los hombres golpeó fuerte sus costillas con una manopla que traía, pero ella se recuperó.

>> Vino corriendo detrás de mí sujetando esa área, podía ver que estaba a punto de desmayarse. Pero de alguna forma logramos salir del almacén y visualizar el parqueo. Cuando fuimos a tomar ese mismo carro en que nos llevaron, Sam me empujo y sentí un disparo… —Ahora la sangre se me heló—: Mire y los tipos aún estaban en la entrada, así que agarre a mi hermana y como pude la metí dentro de la camioneta.

>> Le gritaba que sujetara su herida, que por suerte los idiotas dejaron la llave puesta, parece que creían que harían el trabajo rápido. Manejaba a alta velocidad y preocupada por Sam, jamás me fije que los malditos venían a colisionarnos. Por suerte fue en una zona con testigos y la jugada le salió mal, porque su carro fue golpeado duro también.

>> Recuerdo que enseguida vinieron a socorrernos, pedí ayuda y advertí de que los tipos en el otro auto eran peligrosos. Por eso la policía llegó más rápido y cuando los paramédicos aparecieron, no pare de repetir que salvarán a Samay. Entrando en el hospital tomé la mano de un enfermero y le di la información de Alex, además de decir que fue una trampa para Sam. Así fue como los localizaron y es evidente que no entendieron mi mensaje.

—La verdad no, estábamos tan preocupados por sus vidas que ni pensamos en lo demás, aunque la policía lo sabía, el enfermero se los contó.

—Debo agradecerle por lo que hizo. ¿Cómo está Sam? Alex no supo decirme.

—Estamos esperando a que despierte, los médicos están optimistas de que estará bien. Su mamá está ahora con ella.

—Pobre Rosa, qué manera tan horrible de reencontrarse con su hija.

—Lo sé, no ha sido la mejor forma de conocerla. Por cierto, tu familia estuvo anoche aquí, tu madre fue galardonada como mejor actriz.

—¡Seh! Me imagino, de seguro culpo a Samay, es lo único que sabe hacer. Y espero que no se encuentre con Rosa o las cosas se pondrán feas.

—¿Y eso por qué?

—Bueno, mi madre cree que no lo sé, pero una vez escuche a mi padre borracho discutiendo con ella. Mi padre le decía que por su culpa no podía ver a su hija Samay, que no conocía su carita, cuando eso Sam tendría como siete años. Mi madre le gritó que ella sabía muy bien que él solo se casó con ella por el chantaje que le hizo, que el amor de su vida era Rosa. Y no estaba mal, papá lleva en su cartera una foto de ambas y siempre las está observando.

—¡Wow! Ahora me siento mal por el señor Fernando, en parte, anoche no parecía importarle Sami.

—Si le importa y mucho, estoy segura de que tiene a alguien dándole información y cuando se entere de que Rosa está aquí, hará lo posible por verla. Lo esconde todo para que mi madre no les haga daño, hace lo mismo conmigo, me ignora frente a ellas, mi madre y hermana. Pero en la noche se cuela en mi habitación y me llena de mimos, siempre ha sido así. Por él es mi relación con Samay, siempre me pidió que la llamará, que hiciéramos una hermandad.

—Creo que le debo una disculpa, pero aún no entiendo por qué sigue aguantando y no se va.

—Mi madre tiene algo contra él, solo eso sé.

—¡Um!… quizás deba hablar con él, ofrecerle ayuda.

—Tendría que estar junto conmigo o no podrás lograr que confíe en tí.

—Tienes razón. Bueno, ahora te dejo descansar e iré a ver cómo está Sami, gracias por contarme todo. Y disculpa que me meta, pero haz lo mismo con Alex. Sé que es difícil, pero estoy seguro de que quien más te sanará ahora, será él.

—Lo tendré en cuenta. —Le sonreí y antes de salir—. Por favor, Mandy, dile que venga.

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