Ante la cálida luz de octubre, la oficina de Connor tomaba un ambiente hogareño y relajante. Distinto a la escena frente a mis ojos.
Pará nadie sería agradable ver a un ajeno sentado sobre las piernas de tu esposo.
Pese a mi presencia su entusiasmo no mostró signos de disminuir, Connor me miró un momento, mientras que el otro chico montado sobre él pareció excitado por el hecho de ser vistos.
Aunque mi pecho empezó a latir velozmente, contuve el aire y cerré la puerta de un portazo, los asistentes fuera de la oficina me miraron, en espera de mi próxima reacción. Algunos ya acostumbrados y otros expectantes.
Los mire, aguantando las náuseas y el leve sabor metálico de mi boca. Conozco a cada uno de ellos, alguna vez trabajé con aquellos de mayor antigüedad en la compañía y posteriormente me presenté a los que llegaron más tarde.
No iba a perder tiempo en ellos.
Salí apresuradamente del lugar, notando el enorme tamaño del edificio donde yacía.
Esa empresa alguna vez fue tan solo un mísero piso de ese magnífico edificio.
Empezó como un sueño, una esperanza de dos jóvenes ingenuos qué no habían experimentado la crueldad y malicia del mundo de los adultos.
Connor Rice y Ethan Gray.
Yo soy Ethan, y el bastardo infiel de la oficina, Connor. Los dos pasamos noches de desvelo para lograr lo que hoy en día era ese edificio.
Tras soltar un suspiro me di la vuelta y subí a mi auto.
Conduje hasta nuestra casa, un lugar que había sido gradualmente abandonado por uno de sus dueños, uno que ahora debía de estar bastante entretenido con un chico que encontró por ahí.
Recogí unas maletas previamente preparadas por mi, ya tenía prevista mi partida, planeé hablarlo con Connor primero, pero ese tipo debía de estar demasiado entretenido para mirarme ahora mismo.
En la mesa de la entrada dejé una carpeta de documentos.
Un contrato de divorcio, donde yo voluntariamente, renunciaba a todas mis acciones de la empresa, a las casas y varias propiedades más, quedándome únicamente con unas cuentas bancarias y el coche que use hace unos momentos.
Eso me bastaba para lo que quería hacer.
Antes de arrancar el coche revise que estuvieran todo lo que pensaba llevarme.
En especial esos papeles.
Aquellos que pese a su ligereza cargaban con más de lo que yo podía aguantar, delataban mi estado de salud.
Un desafortunado diagnóstico de cáncer de estómago en etapa IV.
La etapa IV de cáncer sólo tenía como único tratamiento el paliativo que, como mucho, serviría para mejorar la calidad de vida de mis últimos momentos.
No quiero que el imbécil de Connor venga a mi arrastrándose para pedir perdón por esas razones.
No quiero que me vea tan vulnerable.
Ni siquiera quiero que lo supiera.
No quiero que me note débil.
Espero que siempre tenga esa imagen de orgullo y mal genio que fue característica de mi.
Incluso si eso significa que no me verá cuando me vaya.
Dejando atrás mis pensamientos, arranque el coche y fui a donde me llevara el destino, o a donde me lo permitieran las cuentas bancarias.
Primero me hospedé en un hermoso hotel en una pequeña isla costera, tranquila y con pocos turistas.
Todo fue ideal, el sonido de los niños, la brisa, el mar.
Las llamadas desesperadas de Connor.
Por primera vez supe lo gratificante qué era causarle a alguien angustia.
Pero él se lo merecía.
Quién lo hizo empezar a engañarme.
El hecho de que me traicionara era tan absurdo que, si se lo contara a mi yo joven, este se burlaría por la patética invención.
Si, como podría mi yo joven que vio a Connor dejar todo por mi, pensar que este arruinaría todo con unas pocas acciones.
Connor Rice. Él ya era un nombre conocido entre los jóvenes universitarios. Fue una casualidad para mi conocerlo en una reunión de amigos organizada por unos chicos de mi dormitorio.
Hijo de la gran Hellen Rice, una espectacular mujer que había creado un imperio comercial por sí misma.
Una excelente madre.
Es una lástima que las buenas madres no tengan buenos hijos.
Y Connor era un ejemplo de esto. A este siempre le gustó llevarle la contraria. Hellen quería que su hijo estudiará finanzas o administración de empresas. Connor estudió programación e informática.
Hellen quería que su hijo se presentará en cenas de la alta sociedad, su buen hijo se las saltó, cada una de ellas, con métodos que superan con creces la imaginación.
Hellen quería que Connor encontrará una buena chica con la cual tuviera hijos y formará una familia.
Su hijo me encontró a mí, un hombre, con el cual nunca podría tener hijos.
Bajo el ataque constante de su hijo a sus expectativas, la señora Rice se mostró exasperada por sus desafíos y le dio un ultimátum.
O me dejaba, o dejaba todas las comodidades que ella le había dado.
Él me escogió a mí.
Formamos un dúo increíble, trabajamos tanto por un sueño en común, nos desvelamos, trabajamos, nos agotamos.
Hicimos todo juntos, pasamos por la buena y mala suerte juntos.
Logramos crear una empresa, nos casamos y vivimos un período de felicidad.
Hasta que descubrí su traición.
Era tan absurdo.
El Connor de ahora dista mucho del chico del que me enamoré.
Mi Connor era optimista y sonriente, podíamos pasar horas hablando juntos, debatiendo nuestras ideas mientras nos comprendiamos de forma mutua.
Connor era alguien que detestaba ser controlado y luchaba para rebelarse.
Tal vez por eso nunca pudo llevarse bien con Hellen.
Él desdeñaba la traición y por sobre todo, al traidor.
Pero se convirtió en uno.
Y ahora yo iba a morir, los dos nos convertimos en algo que ninguno imaginó nunca.
Aunque no me arrepiento de todo lo que pasamos juntos, espero que en otra vida no nos volvamos a encontrar.
No puedo permitirme otro dolor así.
Al final cerré los ojos antes de que pudiera leer su mensaje.
[“Déjame explicártelo, no es tan simple ”]
Yo nunca lo pude saber en vida, tras mi partida la salud de Connor se debilitó rápidamente, sus ojos perdieron la luz, se volvió descuidado en su aspecto general, empezó a perder peso y masa muscular a un ritmo acelerado, y su rostro perdió cualquier rastro de vitalidad qué alguna vez tuvo.
Conmigo y con él, murió la verdad detrás de sus acciones, dejándonos a los dos con pregustas que nunca serían contestadas.