Cómo me gustaría ser tu ropa,
para tocar tu piel sin pausa ni tropa.
Meterme en tu cama, besarte la boca,
decirte lo bien que esa prenda te coloca.
Mandarte un mensaje sin explicación,
que me digas “hola” sin justificación.
Y cuando preguntes qué es lo que necesito,
yo solo piense: “A vos, y lo admito”.
Pero no lo digo, aunque lo siento,
y eso me consume por dentro, lento.
¿De qué sirve sentir si no puedo hablar,
si lo que arde en mí no lo puedo gritar?
Tantas ganas que tu sudor es perfume,
y tus insultos... música que resume.
Cada noche que en sueños te sigo,
me recuerda lo dulce que hay bajo tu ombligo.