Las estrellas titilaban sobre el lago, reflejando su brillo en el agua tranquila. Samuel y Elías caminaban en silencio por la orilla, sintiendo el aire fresco de la noche. No era la primera vez que estaban allí juntos, pero sí la primera vez que el silencio pesava con algo más que calma.
Elías se detuvo y miró hacia el cielo. "Siempre creí que las estrellas eran solitarias," dijo en voz baja.
Samuel lo observo, su perfil iluminado por la luna. "Pero están juntas, formando constelasiones, acompañándose en la inmensidad."
Elías sonrió de lado, con los ojos brillando más que el firmamento. Samuel sintió algo en su pecho, un impulso, una certeza. Sin pensarlo, entrecerró los ojos y se acercó.
Las estrellas fueron testigos cuando sus labios se encontraron, y el universo pareció guardar el aliento.