Cada paso que doy dentro de esta parte de la escuela lo hago con cuidado, como si un sólo paso en falso fuese a alertar a los profesores.
—Bien, estamos en la piscina —recalco aún detrás del violapuertas— ¿En qué necesitas ayuda?
Él se rasca la nuca con su mano libre, mientras se detiene a orillas de la piscina.
—Necesito que vigiles las puertas a ver si viene alguien mientras yo tiro comida para peces en la piscina.
—¿Qué?
Suelto una carcajada sarcástica sin poder creer lo que está diciendo.
Respiro hondo.
Relax Gigi, estas cosas hay que tomárselas con calma; no hemos visto vídeos de yoga en vano.
Reacción controlada.
—¡¿Estás loco?! —exploto casi dando un taconazo, él frunce el ceño— osea, dices que me has secuestrado, obligado a ver cómo cometes un delito y asegurado una expulsión...—mi presión aumenta y no puedo evitar soltar una risa histérica— y todo... ¡¿Porque quieres ensuciar la piscina?!
—¿No crees que has puesto demasiado drama?
—¿Drama? —cuestiono reduciendo la distancia entre los dos, apretando la caja de tizas— Drama el que me va a montar mi madre cuando me expulsen.
Él, como si no fuese suficiente con todo lo que ha hecho hasta ahora, sonríe travieso; Tira el trozo de metal a la piscina y saca de su bolsillo, comida para peces.
—Es importante que haga ésto ahora.
—¿Ensuciar la...?
—No —interrumpe mientras me da la espalda, comienza a hechar la comida para peces en la piscina—, si no les atraigo a la superficie y me los llevo... Harán un desastre mañana.
Observo confusa cómo cae el extraño alimento al agua. No entiendo nada.
Me acerco rápidamente a la orilla junto a él y me fijo en el fondo de la piscina.
Gigi hoy no es tu día de suerte, porque si Jesús fue capaz de hacer aparecer unos peces de la nada, este chico los ha hecho aparecer en la piscina.
Ascendiendo a la superficie, se aproximan pescados de al menos tres especies diferentes. Algunos incluso saltan fuera del agua, salpicando a su alrededor al ingresar otra vez a la piscina.
No puede ser, pienso, ¿Cómo han llegado aquí? La pregunta pierde sentido cuando mi mirada se detiene en el chico que está a mi lado.
Niego con la cabeza, casi siento cómo se me llenan los ojos de lágrimas. No porque me sorprendan los peces.
No.
Para nada.
Maldita sea, me van a expulsar.