El día que Elian murió, nadie lloró… o al menos eso pensó.
Despertó en medio de una habitación blanca, sin saber cómo había llegado allí. No sentía dolor. No sentía nada. Frente a él, una puerta de vidrio mostraba lo imposible: su propio funeral.
Observó cómo sus compañeros de clase miraban el ataúd con rostros apagados. Algunos murmuraban, otros solo estaban allí por compromiso. Pero entonces, la vio a ella.
Lia. La chica que siempre se sentaba al fondo del salón. La que nunca hablaba con nadie. Ella temblaba, con los ojos rojos, abrazando una carta.
“¿Qué hace ella ahí?”, pensó Elian. Nunca habían hablado más allá de un simple “hola”.
Lia se acercó al ataúd. Sus manos temblaban al dejar la carta sobre su pecho frío. Y entonces habló, entre lágrimas:
—Te amé en silencio. Y nunca te diste cuenta. Perdón por no habértelo dicho a tiempo.
Elian quiso gritar, romper el cristal, tocarla. Pero era tarde.
La carta se abrió sola frente a sus ojos. Las palabras estaban escritas con tanto dolor que Elian sintió por primera vez el peso de lo que había dejado atrás.
"Si tan solo hubieras sabido lo mucho que significabas para mí. Nadie lo entendía, pero tú... tú hiciste que mi vida fuera un poco menos oscura. Y ahora tú te fuiste... y yo sigo aquí, deseando que al menos me hubieras escuchado una vez."
Ese fue el momento en que Elian comprendió que, a veces, las palabras no dichas pesan más que las heridas. Y que incluso en el silencio, alguien puede estar amándote con toda el alma.
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¿Final abierto? ¿Vuelve Elian? ¿Lia se convierte en la protagonista? Eso lo decide el lector.
¿Qué hubieras hecho tú si leyeras esa carta antes de morir? Déjalo en los comentarios.