El pueblo entero quedó conmocionado por la desaparición de los cuatro amigos. Las autoridades locales cerraron la casa y colocaron advertencias para mantener a los curiosos alejados. Sin embargo, la hermana menor de Laura, Ana, no podía aceptar la desaparición de su hermana sin buscar respuestas. Decidida y armada con un libro de leyendas locales, Ana se dispuso a desentrañar el misterio de "La Casa de los Susurros".
Ana se enteró de que la casa había pertenecido a un hombre llamado Victoriano Marqués, un ocultista que practicaba rituales oscuros en el siglo XIX. La leyenda decía que Victoriano había intentado abrir un portal al mundo de los muertos, pero algo salió terriblemente mal. Desde entonces, cualquier persona que entraba en la casa desaparecía sin dejar rastro, atrapada en un limbo entre la vida y la muerte.
Con la información recopilada, Ana decidió que debía volver a la casa. En una noche sin luna, entró sigilosamente, armada con una linterna, una grabadora de voz y el libro de leyendas. El aire dentro de la casa era pesado y frío, como si la casa misma estuviera viva.
Recordando la inscripción en latín que los amigos habían encontrado, Ana se dirigió directamente a la habitación del espejo. Al llegar, notó que los fragmentos del espejo roto habían desaparecido. Con manos temblorosas, abrió el libro y encontró un hechizo de protección. Lo recitó en voz alta, sintiendo una leve calidez que la reconfortaba.
De repente, el susurro comenzó de nuevo, pero esta vez Ana no se asustó. Sacó la grabadora y empezó a hacer preguntas en voz alta: "¿Quiénes son? ¿Dónde están Laura y sus amigos?"
Una voz, clara y desesperada, emergió de entre los susurros: "Estamos atrapados... ayúdanos..."
Ana reconoció la voz de Laura y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. "¿Cómo puedo ayudarles?" preguntó con urgencia.
El libro en sus manos comenzó a pasar sus páginas solo, deteniéndose en un ritual de liberación. Para realizarlo, Ana necesitaba encontrar una reliquia que perteneciera a Victoriano Marqués, oculta en algún lugar de la casa. Siguió las pistas del libro, que la llevaron a un sótano olvidado bajo una alfombra en el salón.
Bajó las escaleras del sótano, iluminando su camino con la linterna. Allí, en el rincón más oscuro, encontró un viejo cofre cubierto de polvo. Dentro del cofre, había un amuleto con símbolos extraños. Sintiendo la presencia de algo maligno, tomó el amuleto y regresó al vestíbulo.
De pie en el centro de la casa, Ana comenzó el ritual de liberación, recitando las palabras del libro y sosteniendo el amuleto en alto. Las paredes comenzaron a temblar y las voces se convirtieron en gritos de desesperación. De repente, una figura oscura apareció frente a ella, los ojos llenos de odio y desesperación.
"¡Déjalos ir!" gritó Ana, arrojando el amuleto hacia la figura. El amuleto estalló en una luz brillante, y la figura se desvaneció en un grito ensordecedor. El temblor cesó, y la casa quedó en silencio.
Al abrir los ojos, Ana vio a Laura, Javier, Marta y Carlos, tirados en el suelo pero vivos. Corrió hacia su hermana, abrazándola con lágrimas de alivio. El grupo, tambaleándose pero agradecido, salió de la casa al amanecer.
La casa, ahora tranquila, quedó atrás. Ana había roto la maldición, liberando a las almas atrapadas y devolviendo la paz al pequeño pueblo. Sin embargo, el misterio de Victoriano Marqués y su oscuro legado permanecieron, esperando el momento adecuado para despertar nuevamente.