Valentina vivía en un pequeño pueblo junto al mar. Su cabello era la tonalidad exacta del ocaso, y sus ojos, profundos como el abismo, parecían contener secretos ancestrales. Pero lo que más intrigaba a quienes la conocían era su extraña fascinación por las estrellas.
Cada noche, Valentina se sentaba en la playa, mirando fijamente el cielo. Sus amigos la tildaban de excéntrica, pero ella no podía evitarlo. Las estrellas eran su obsesión, su refugio en un mundo que a menudo le resultaba confuso y doloroso.
Un día, mientras caminaba por la orilla, Valentina encontró una piedra brillante. Parecía una estrella caída del firmamento. La guardó en su bolsillo y, desde entonces, no pudo dejar de pensar en ella. La piedra se convirtió en su talismán, su conexión con el universo.
Ethan, un joven pescador con ojos de tormenta, se cruzó en su camino. A diferencia de los demás, él no se burlaba de su obsesión. En cambio, la miraba con curiosidad, como si también buscara respuestas en las estrellas.
Valentina y Ethan comenzaron a pasar tiempo juntos. Hablaban de constelaciones, de mitos antiguos y de la posibilidad de otros mundos. La obsesión de Valentina se volvió más intensa, y la piedra brillante comenzó a emitir destellos en la oscuridad.
Pero algo cambió en Valentina. Sus recuerdos se volvieron difusos, como si estuviera atrapada entre dos realidades. A veces, veía a Ethan como un desconocido, y otras veces, como alguien que había conocido desde siempre. La línea entre el pasado y el presente se desvanecía.
Ethan también notó el cambio. La obsesión de Valentina lo asustaba, pero no podía alejarse de ella. La piedra brillante se había convertido en su enigma personal. ¿Qué secreto guardaba? ¿Por qué Valentina estaba tan obsesionada con las estrellas?
Una noche, Valentina y Ethan se adentraron en el bosque. La piedra brillante los guiaba, y las estrellas parecían sus cómplices. Valentina sintió que estaba a punto de descubrir la verdad, pero también sabía que eso podría destruir su cordura.
En el corazón del bosque, encontraron una cueva. La piedra brillante brillaba con una intensidad sobrenatural. Valentina la sostuvo en sus manos y cerró los ojos. Las estrellas parecían susurrarle secretos ancestrales.
Cuando abrió los ojos, Ethan había desaparecido. Solo quedaba la piedra brillante. Valentina entendió que su obsesión la había llevado a un lugar entre la realidad y el sueño. Ethan era parte de su memoria, una ilusión creada por las estrellas.
Valentina dejó la piedra en la cueva y regresó al pueblo. Nadie la reconoció. Su cabello ya no era el color del ocaso, y sus ojos no contenían secretos. Pero ella sabía la verdad: las estrellas habían tejido su destino, y Ethan era solo un recuerdo distante.
Desde entonces, Valentina sigue buscando respuestas en el cielo nocturno. Las estrellas parpadean como si supieran su secreto. Y aunque nadie más lo entienda, ella sigue obsesionada, atrapada entre la realidad y el sueño, esperando encontrar a Ethan en algún rincón del universo.