Cuentan una historia realmente asombrosa y espeluznante acerca de Hind, el salteador de caminos más conocido tras Robin Hood. Y lo que cuentan tiene que ver con el mismísimo demonio. O al menos eso piensan los que han oído el relato.
La historia de Hind narra cómo un espectro se le apareció en uno de los caminos donde el bandido solía perpetrar sus fechorías.
Lo cierto es que el espectro conocía bien a Hind, y sabía en qué posadas descansaba. Así que fue hasta una de ellas vestido con un simple traje de ganadero. Llevaba consigo una pesada maleta que hizo llevar hasta su habitación, con la intención de que todos supieran que transportaba algo importante en ella.
Hind contaba con ojos en todas partes, personas a las que pagaba a cambio de información, y pronto le llegó la noticia de que aquel humilde ganadero transportaba en realidad una buena suma de dinero. De hecho, le habían visto sacar el dinero de la maleta y repartirlo en dos bolsas de igual peso. Colocó cada una a cada lado de su caballo.
Hind planeó esa noche el asalto a ese forastero en uno de los cruces de su camino favorito. Lo haría a la mañana siguiente.
El espectro y el salteador de caminos: asalto al forastero
Hind se escondió tras unos árboles en medio del camino por donde debía pasar el ganadero aquel día. En cuanto vio que se acercaba, salió a su encuentro, con una pistola en cada mano.
– ¡Baja ahora mismo del caballo y entrégame todo el dinero!-gritó Hind amenazante.
– No llevo nada de valor. Solo soy un humilde ganadero…- lloraba y se quejaba el demonio.
– ¡No me vengas con cuentos! ¡Sé que llevas a cada lado del caballo un saco lleno de monedas! ¡Baja, te digo!
El salteador tomó las riendas del caballo y lo sacó del camino. Lo llevó hasta una explanada oscura del bosque y volvió a amenazar al hombre.
Y aunque en un principio el espectro se negaba a bajar del caballo, finalmente Hind cortó los estribos e hizo bajar a trompicones al hombre, que aparentemente, parecía muy asustado.
El bandido cortó las cuerdas que ataban los sacos al caballo y se dispuso a abrirlos, mientras el espectro contemplaba todo tras él.
Pero, lejos de encontrar lo que esperaba, a Hind se le encogió el corazón, se le paralizó toda la sangre y un fuerte nudo pareció apretar al instante su garganta. Al abrir los sacos que transportaba el ganadero, en lugar de dinero, encontró una cuerda y un trozo de latón con la forma exacta de una horca. Lo peor fue cuando escuchó tras de sí, con una profunda voz cavernosa:
– ‘He aquí tu destino, Hind… ¡ten cuidado!’.
El ganadero le había llamado por su nombre. ¿Cómo lo sabía? Cuando el bandido se dio la vuelta, no encontró nada más que unas monedas en el suelo. Las monedas sumaban el total del sueldo que recibe un verdugo para hacer su trabajo.