La princesa Wanda estaba molesta. Aquel día habían llegado un sinfín de cartas al castillo de sus supuestos enamorados, cada una más extensa que la anterior y todas llenas de cumplidos que caían demasiado en la adulación. Wanda, que adoraba la naturalidad y la sencillez, odiaba todas aquellas cartas. Todo lo que decían eran mentiras, pues ninguno de los príncipes que la escribían la había visto ni siquiera en persona. Wanda estaba convencida de que inventaban cosas solo para conseguir fama y dinero, por lo que ya estaba cansada de leer todas las propuestas de matrimonio que la hacían y dejó de responderlas.
No es que la princesa Wanda estuviera en contra del matrimonio, todo lo contrario, pues ella creía que las personas tenían que casarse y ser felices si querían, pero nunca por aburrimiento o por obligación. En cualquier caso Wanda no quería casarse, pues en realidad ella estaba interesada en estudiar medicina para ayudar a las personas de su reino, para lo que tenía pensado ir a la universidad en la próxima primavera.
Wanda no podía ocultar la emoción que sentía al pensar en comenzar sus estudios y hacer nuevos amigos. Después, y una vez aprendido todo lo necesario, volvería a su reino para ayudar a todo aquel que lo necesitara. Era un plan increíble y lo único malo es que aún ni se lo había comentado a sus padres los reyes.
Por el momento no quería pensar en la opinión del rey y de la reina, y tampoco en la de sus tíos ni hermanos. Wanda quería ser libre y le daba igual lo que ellos creyeran, hasta que un día, muy decidida, se reunió con todos ellos:
Buenos días a todos —dijo la princesa Wanda—. Me reúno con vosotros hoy para hablar sobre un tema muy importante que tiene que ver con mi futuro. ¿Ya decidiste con quien te vas a casar? —preguntó muy contenta su madre, la reina. No —dijo la princesa Wanda— Es sobre algo mucho mejor que eso… Entonces, ¿qué es? —preguntó el rey, quien parecía igual de contento que la reina con la idea de una boda. No me quiero casar. Padre, madre…, quiero irme en primavera a estudiar medicina a la universidad —respondió la princesa Wanda.
Pero aquello no quedó ahí, y la princesa explicó a sus padres que los deseos de matrimonio no la hacían sentirse feliz, pues su felicidad estaba en ayudar a las personas. Sus padres, muy sorprendidos, escucharon con mucha atención las palabras de su hija, y se convencieron de que su felicidad se encontraba en otra parte, por lo que respetaron su decisión.
No quiero que penséis que no quiero a mi reino, es solo que quiero vivir mi sueño y, cuando esté lista, demostrarles mi cariño y respeto de la mejor manera que sepa, que será cuidándoles.
Sus padres, lejos de sentirse molestos, se sintieron orgullosos porque su pequeña hija fuera ya casi una mujer tan decidida, pues eso significaba que algún día se convertiría en una gran reina.
Pasado el día, la princesa Wanda se fue a su cuarto para acomodar todos los libros que llevaría a la universidad y decidió coger de nuevo las cartas que la habían enviado y contestarlas un a por una para explicarles en ellas que no tenía pensado casarse con ninguno de sus pretendientes, y al terminar la princesa al fin se sintió aliviada y feliz.
Llegada la primavera, la princesa Wanda partió hacia la universidad y aprendió mucho e hizo montones de amigos. Con el tiempo, y tras viajar mucho y hacerse una mujer muy sabia, regresó al reino siendo no solo la princesa Wanda, sino la mejor doctora de todos los reinos habidos y por haber. Su tenacidad la había hecho crecer y brillar, como iba a brillar su reino durante siglos.