"El Verdadero Amor"
La historia narra un amor no correspondido y un amor imposible, o así lo plantea la autora en un principio.
El Príncipe Heredero de Aegelweard, Kayden Astley, está comprometido con Circe Hannover, hija del Duque Maxim Hannover y Comandante de los Caballeros de Berg-Hannover. Desde que se anunció el compromiso, las reuniones de señoritas que asiste Circe no paran de halagar su buena suerte y belleza, y no duda en presumir cuan emocionada está por casarse con el Príncipe Kayden. Por otro lado, Kayden no sabe como convencer a sus padres para cancelar el compromiso, no pretende casarse con alguien que no ama. La realidad que el Príncipe ya tiene a alguien en su corazón y esa es Helen, una sirviente que acompaña a su madre, la Emperatriz Elena. Helen es una plebeya que fue criada por las mismas sirvientas del palacio tras el fallecimiento de su madre y la Emperatriz se encariño con ella, no fue la única, Kayden quedó enamorado por su encantadora sonrisa.
El compromiso era político, convertir a Circe en la Princesa Heredera y Futura Emperatriz era una manera de pagar la deuda que los Emperadores de Aegelweard tenían con el difunto Duque Hannover. Adalia Berg de Hannover, Duquesa y madre de Circe, estuvo de acuerdo sólo porque su hija se mostraba emocionada y muy enamorada del príncipe. Eirene, su hija mayor, ya estaba casada y pronto esperaba a su primer hijo. Como cualquier madre, esperaba que sus dos hijas sean felices.
Aunque la felicidad no duró mucho, los rumores que habían en el palacio sobre los paseos del Príncipe con Helen llegaron a oidos de Circe. La Emperatriz regañó varias veces a Kayden por exponer a Helen de esa manera, él estaba comprometido y aunque no estuvieran asiendo nada malo, siempre iba a ver prejuicios; una dama soltera no podía tener una relación tan cercana a un hombre comprometido y mucho menos, verse a solas. Por otro lado, Circe trataba de disminuir los chismes, aclarando que ambos eran amigos y que sabía sobre las salidas.
La fiesta de cumpleaños de la Emperatriz fue un gran evento, uno que muchos no iban a olvidar. Los Emperadores entraron al salón, se sentaron en sus respetivos lugares en el trono y fue anunciada la entrada del Príncipe Kayden junto la Princesa Circe que se sostenía de su brazo. Tanto el traje como el vestido convinaban a la perfección, y quién los viera creía que eran la pareja perfecta; un Astley que heredará la corona y una Hannover que nació con el poder.
Como todos los años, la Emperatriz Elena dio un discurso agradeciendo a todos por asistir, llamó a su hijo y Circe a acercarse y anunció la fecha de bodas que se adelantó para dentro de un mes. Abrazo a ambos con cariño y los aplausos se hicieron escuchar en el gran salón.
Se acercaron para felicitarlos y desearles lo mejor. El Príncipe Kayden llamó a su padre para hablar en privado y Circe se disculpó con las señoritas para ir al baño.
En la oficina de su padre, Kayden no paraba de reclamarle a su padre sobre la decisión sin habérselo consultado.
—Padre, no quiero casarme con Circe, no la amo — confesó con sinceridad. — Yo amo a otro mujer.
El Emperador Einor supuso que se trataba de Helen y aunque al hombre le cayera bien la muchacha era imposible que aceptará aquello, Kayden era un príncipe que merecía una mujer a su altura y Circe lo era. El amor puede crecer con el tiempo, su propia experiencia puede confirmar que eso es cierto. .
—Ningún noble aceptaría ser gobernado por una plebeya, hijo mío, esto no es cuestión de amar o no, esto es importante — señalandose a sí mismo.
—Los escuché — cortó Kayden y una media sonrisa se dibujaba en su rostro. El Emperador Einor se sorprendió, pero rápidamente su expresión cambió a una más seria.
—Un secreto que no pude salir de aquí, Kayden, entiende que para mantener el apellido Astley donde está hay que hacer sacrificios.
Dicho esto, la conversación terminó allí y Circe corrió a esconderse, por suerte no fue atrapada pero estaba dolida y confundida.
Los días pasaron y los rumores crecían, Helen era atacada por las crueles palabras y aunque las sirvientas intentaban defenderla había ciertas actitudes que eran imposibles de negar. Kayden y Helen fueron vistos besándose en el jardín trasero del palacio y aunque la única persona que los había visto fue Circe, todos se enteraron por el escándalo que armo. A partir de este punto, la relación entre el Príncipe y su prometida dejo de ser amistosa y se volvió tensa, Circe no aceptaba que Kayden no la amará.
Después de la discusión que tuvieron, Circe se encerró para estudiar y prepararse para el futuro, ser la Emperatriz era una enorme responsabilidad que iba a aprovechar en su momento. Soñó con serlo desde que acompañaba a su padre al palacio, ver a la Emperatriz Elena con admiración y anhelo.
Helen era blanco de humillaciones por parte de las sirvientas que seguían a la Princesa Heredera y los nobles mostraban su desagrado hacía su persona. El Príncipe intentaba consolarla diciendo que venían tiempos mejores y prometiendo que Circe se encargaría de detener a las sirvientas.
La boda se llevó a cabo exactamente al mes, Kayden y Circe ya estaban casados, no había marcha atrás. La no consumación en la noche de bodas y dormir en habitaciones separadas, era lo que más avergonzaba a Circe porque los empleados del palacio hablaban y llegaba a oidos de los nobles.
—Pide el divorcio y sé feliz con ella — gritó Circe en un ataque de enojo, ya cansada de la situación que la empujaba a odiarlo cada día más.
No le dolía que haya estado ido a los brazos de Helen y no volvió hasta el día siguiente.Se había resignado a recibir amor de su parte, pero mínimo esperaba respeto.
—Es algo que yo no decidí — responde vacilando, era la primera vez que Circe levantaba la voz y sólo para soltar verdades en su cara. —Para nosotros no existe el divorcio, Circe, serías fuertemente criticada y...
—Siento vergüenza y me odio a mi misma por haberme enamorado de alguien como tú — soltó una carcajada sin gracia. —Eres un cobarde, egoísta, no sólo me estás hundiendo a mí sino a tu querida Helen, Kayden.
Ante el silencio, Circe sale de la oficina cerrando la puerta con fuerza.
Un ataque tomó por sorpresa al Imperio Aegelweard. La investigación exhaustivas revelaban a un traidor entre los nobles y las pruebas hayadas apuntaban a Harry Berg, tío por parte de madre de Circe. Adalia Berg de Hannover había sido asesinada junto a su yerno y no había rastros de la hija mayor de la familia. Aunque Harry insistía en ser inocente y culpar al Emperador, sin pruebas nadie le creía y fue condenado a la guillotina por calumnia y asesinato de su propia hermana y esposo de su sobrina.
Los nobles estaban en discusión sí volver a Circe una concubina, no sería apata para la posición de Emperatriz. La Emperatriz Elene intento intervenir poniéndose a su favor pero no fue suficiente, el Emperador y su hijo estaban del lado de los nobles.
Circe no tenía nada.
—Prefiero morir a seguir atada a tí.
Las espadas gemelas fueron invocadas y ante la mirada de todos, Circe atacó sin piedad hacía los nobles y soldados que se interponían en su camino. Su objetivo era el Emperador y Kayden pero no lo logró, no tuvo entrenamiento y su magia era inestable como sus emociones.
El Príncipe Kayden estaba herido pero pudo atravesar el pecho de Circe con su espada. La chica cayó de rodillas aún con la espada clavada, sus ojos rojos llenos de lágrimas y de la comisura de su labio, salía sangre.
—Nunca serás feliz, Kayden, en esta vida ni en las siguientes serás feliz, me encargaré de ello.
El último suspiro de Circe fue escalofriante.
En los capítulos extras, se trataba de una carta de despedida escrita por la hermana mayor de Circe, Eirene. La baronesa relata los secretos de Aegelweard, la desesperación del Emperador por casar a su único hijo con una Hannover, y no cualquiera Hannover, sino la que poseía la bendición del Dios de la Guerra, el contrato con las espadas gemelas y la única que había heredado una magia poderosa. Lamentablemente, su hermana estaba más concentrada en ser una buena esposa y Emperatriz que se olvidó que la sangre real de los Hannover corría por sus venas, Circe había nacido para ser una Emperatriz porque por derecho era lo que le correspondía. El Emperador Einor usurpo el trono cuando los Hannover sólo era un apellido, hubo un tiempo que dejaron de existir y con la existencia de Maxim Hannover, era el único que podía controlar ese poder y reclamar el trono pero nunca lo hizo. Después de su muerte, el Emperador estaba tranquilo hasta que recordó a la niña que acompañaba al Comandante Maxim cuando iba a dar sus informes, la niña de cabello plateado y ojos rojos que observaban con fascinación el enorme salón. Circe era un obstáculo y había que deshacerse de ella como hicieron con el Duque. Cuando Eirene se entero de todo esto, fue demasiado tarde, perdió el embarazo, mataron a su madre y esposo, culparon a su tío y su hermana menor se quito la vida.
Una historia que había dejado a Daniela inconforme.