ATRAPAR A UN DEMONIO

ATRAPAR A UN DEMONIO

Autor(a):AVAI

Desperté en un mundo que no conozco.

  «"¡Entonces deberías morir!"»

Despertando de golpe, Zachari se sienta en el ¿piso?, ¿se había vuelto a quedar dormido allí? Un poco aturdido, tarda en darse cuenta de que, en realidad, no está donde cree. Sin embargo, dando una mirada al frente, descubre rápidamente que esa no es su habitación en los dormitorios de la universidad. Frente a él yace un enorme estante de piso a techo lleno de libros de pasta dura que se ven antiguos, todos de lomo oscuro con signos en vez de palabras.

—¿Qué demonios? —se le escapa entre dientes. Levantándose, se tambalea mientras sostiene su cabeza. ¡Le dolía como si la hubiera golpeado contra el pavimento! —¿Dónde estoy? —se pregunta mirando a su alrededor. La habitación es pequeña aún cuando el techo es alto, las paredes están amuebladas con estanterías llenas de libros parecidos entre ellos... apenas puede ver, el lugar está iluminado por unas velas colocadas aquí y allá...En un círculo blanco en el piso!

Asustado, Zachari salta fuera de él. ¡Eso era tan aterrador! ¿Qué hacía dentro de un círculo blanco como sacrificio en una película de terror?

—He invocado tu alma para ayudarme. —entonces, alguien dice de la manera más profunda y aterradora, haciendo a Zachari sobresaltarse por el escalofrío que recorre su espalda. Girando hacia la voz, encuentra a un hombre encapuchado con una larga túnica oscura. ¿En qué libro de fantasía se había metido? ¿Era aquello un sueño? ¿Estaba alucinando? —Deberías estar agradecido. Estás muerto en tu mundo.

Perplejo, Zachari tarda en entender lo que esta extraña persona con gustos góticos le acaba de decir. ¿Alma? ¿Invocar? ¿Muerto?

—¿¡Muerto!? —saliendo de las sombras, la persona en la biblioteca se acerca con pasos silenciosos, haciendo retroceder a Zachari. —¿Qué quieres decir con muerto?

—Lo que significa. —quitando la capucha, el hombre que había lucido aterrador ahora muestra un rostro pulido, un cabello impecable y una mirada sin emociones. —Estás muerto, Zachari Goldwing.

—Pero... Eso es imposible. —titubea un poco al hablar. —Si estoy "muerto" ¿cómo estoy aquí? —racionaliza. —¿Y qué es aquí? —luego pregunta mirando el oscuro lugar. Era tan tétrico e incómodo. —¿El infierno?

Al desconocido frente a él le da por burlarse, soltando una pequeña risita. —Este es mi mundo. —dice sin explicar nada realmente.

Llevando una mano a su frente, suspira. ¿En qué película mala de fantasía había caído? la persona frente a él hablaba como los clásicos magos que realmente nunca te decían nada. —Ya. ¿Y eso dónde está? Si estoy muerto, ¿qué hago aquí? Se supone que... bueno, no sé cómo funciona morir, pero estoy seguro de que no es aparecer en una biblioteca que huele a humedad como si fuera el inicio de algún juego medieval.

—Como he mencionado, he invocado tu alma para ayudarme. —repite lo que mencionó al principio.

—¿Por qué la mía?

—Es la única que ha sido compatible con mi magia al momento de pedir un guerrero de otro mundo. —es una vaga explicación que Zachari no tiene de otra más que aceptar.

—No soy un "guerrero" —en su mundo era un universitario más del montón. —Así que esa "magia" tuya debe estar defectuosa.

Girando los ojos, el hombre le sonríe de una manera falsa. —No. —dice con simpleza. —Si te trajo hasta aquí es por algo. Eres el guerrero que necesito, así que si quieres regresar a tu mundo, ayudame.

—Pero dijiste que estaba muerto.

—Puedo arreglar eso sí haces lo que digo. —no intenta ocultar que es una amenaza que brilla en sus ojos. —¿Qué opinas?

Zachari tenía mucho para "opinar" pero era mejor no decir nada. Estaba en un mundo desconocido, sólo e indefenso ante esta persona con magia que parecía tener su vida colgando en los dedos. Podía ser aquello un sueño, si estaba realmente muerto podría ser una prueba, pero no quería arriesgarse. Seguiría el juego.

Suspirando, lleva sus manos a la cadera. —¿Qué quieres que haga? —con una sonrisa brillante, el hombre que le había invocado allí, comienza a decirle de qué trataba su misión.

...

Era tan sencillo mentir. A Caleb no le interesaba en absoluto las tonterías que había dicho, el simplemente quería un peón que nadie reconociera, un títere que pudiera controlar sin que nadie supiera que él movía las cuerdas. Necesitaba a alguien que se ensuciara las manos en su lugar, mientras él gobernaba todo un reino.

Utilizar a alguien para conseguir un demonio era su único plan viable. No podía invocar uno, era más complicado que haber hecho aparecer a aquel niñato. Los demonios eran traicioneros, siempre querían algo a cambio.