Aventuras En Faunia: El Maestro De Armas

Aventuras En Faunia: El Maestro De Armas

Autor(a):Eugenio Mayo

Capítulo 1: Encuentro en el bosque.

Faunia es un continente mágico y fascinante, donde el medio ambiente se manifiesta en todo su esplendor y diversidad. En este lugar, se pueden encontrar desde selvas tropicales hasta desiertos áridos, desde montañas nevadas hasta lagos cristalinos, y una gran variedad de especies animales y vegetales que sorprenden por su singularidad y espectacularidad.

Entre todos estos paisajes, había un pequeño pueblo perdido en el este del continente, rodeado por los frondosos bosques que ocultaban secretos y misterios.

Allí vivía Edward, un joven comerciante que se dedicaba a comprar y vender productos en el mercado local. Su trabajo consistía en intercambiar frutas, verduras, telas, especias y otros artículos con los habitantes del pueblo y los viajeros que pasaban por allí. Aunque trabajaba duro cada día, apenas ganaba lo suficiente para mantenerse.

Su vida era monótona y aburrida, sin nada que le emocionara o le motivara. Pero Edward siempre había soñado con conocer otros lugares y vivir aventuras más allá de la tranquila rutina de su pueblo. Quería explorar el continente de Faunia, descubrir sus maravillas y sus peligros, y sentir que formaba parte de algo más grande que él mismo.

Un día, mientras hacía sus compras en el mercado, escuchó a un viajero contar historias sobre las maravillas que había visto en Faunia. Hablaba de ciudades antiguas, templos sagrados, tesoros escondidos y criaturas fantásticas. Edward se sintió fascinado por sus relatos y sintió un fuerte deseo de ver todo eso con sus propios ojos. Así que decidió que era hora de cumplir su sueño y emprender el viaje más importante de su vida.

Sin pensarlo dos veces, Edward vendió todo lo que tenía, compró una mochila con provisiones y un mapa del continente. Se despidió de sus amigos, a quienes prometió volverlos a ver algún día. Y salió del pueblo con ilusión y nerviosismo.

Su primer destino fue el bosque que rodeaba su pueblo. Edward quería conocer mejor ese lugar que siempre le había parecido misterioso e intrigante. Se adentró en los densos árboles, buscando hongos y bayas que pudiera comer o guardar para más adelante.

Mientras caminaba, se maravillaba con los sonidos y los colores de la naturaleza. Escuchaba el canto de los pájaros, el murmullo del viento entre las hojas, el crujir de las ramas bajo sus pies. Veía las luces del sol filtrarse entre las copas de los árboles, creando sombras y reflejos. Olía el aroma fresco y húmedo de la tierra, las flores silvestres, la resina de los pinos.

Sin darse cuenta, se alejó más de lo normal de su camino habitual.

De repente, un rugido estremecedor rompió el silencio. Edward se quedó paralizado, sintiendo el aliento de una bestia que se acercaba. No sabía qué hacer ni hacia dónde correr.

En ese momento, vio aparecer a un extraño personaje vistiendo una armadura oscura, montando un majestuoso lobo gris. El jinete tenía una capa roja que ondeaba al viento y una espada que brillaba con el sol.

Detrás de él, en persecución, corría una mantícora feroz, una criatura mitad león y mitad escorpión, que se abría paso entre los árboles, rugiendo y aullando sedienta de sangre.

Edward no podía creer lo que veía. ¿Quién era ese misterioso jinete? ¿Qué quería la mantícora? ¿Qué iba a pasar con él?

En ese momento, Edward supo que la situación era peligrosa y necesitaba toda su astucia y habilidad para salir con vida. Pero el terror no lo dejó actuar y solo se escondió detrás de un viejo tronco.

-¡Maldita bestia! -gritó el hombre mientras desenvainaba su gran espada-. ¡No permitiré que hagas daño a nadie más!

La mantícora rugió con furia y se lanzó contra el aventurero. Juntos estaban en una frenética batalla de vida o muerte. Edward solo observaba con nerviosismo cómo el hombre y su lobo lograban vencer a la enorme bestia con ferocidad y astucia.

Impresionado por la habilidad del aventurero, Edward se acercó a él y le preguntó:

-¿Quién eres y cómo es que luchas así?

El hombre guardó su espada mientras sacaba algo de su bolsillo y respondió:

-Soy un cazatesoros solitario y deberías volver a casa.

Pero Edward ignorando la mitad de sus palabras le preguntó emocionado:

-¿Me enseñas a usar la espada? Quiero salir y combatir monstruos como haces tú -dijo gesticulando como si tuviera una espada en la mano-.

El intrépido cazatesoros estaba cortando las partes de la mantícora. Al escuchar la petición de Edward, detuvo su trabajo por un segundo y respondió:

-Lo siento pero este no es un trabajo que un muchacho como tú deba realizar.

Edward se sintió decepcionado pero entendió la respuesta del mayor. Entonces al sagaz cazatesoros se le ocurrió que si ese chico estaba en un lugar como este significaba que había un pueblo cerca. Y le propuso que lo llevara al pueblo a cambio de enseñarle un truco o dos a Edward. Y este emocionado aceptó.

Después de llegar al pueblo y hacer sus compras Edward le invitó amablemente a quedarse en su cabaña los días que descansaría en el asentamiento para enseñarle algunos trucos de supervivencia. Así que el gran lobo gris y su dueño le siguieron. En esos días Edward insistió en que le enseñara a dominar la espada pero Celadon seguía negándose a aceptarlo como aprendiz incluso después de haberle insistido en acompañarlo en su viaje.

Sin embargo Edward no sabía que esto sería el comienzo de una aventura épica en la que nunca había imaginado estar. Después de esto lo seguiría donde fuese y aprendería de él sin importar las consecuencias.

A pesar de los constantes rechazos la pasión y la curiosidad de Edward por las aventuras y los riesgos lo llevaron a seguir inadvertidamente a Celadon en su partida, no quería perder una oportunidad como esta, era el comienzo de una nueva vida para él Celadon fácilmente pudo darse cuenta de que estaba siendo seguido así que decidió detenerse y enfrentarlo directamente.

-Vuelve a tu pueblo muchacho -dijo Celadon montado en su gran lobo gris-.

Pero Edward estaba decidido a unirse a la aventura y los riesgos Aunque Celadon se mostró reticente su testaruda convicción lo llevó a seguir preguntando y hablando por todo el viaje lo que en momentos molestaba a su nuevo mentor.

Enseguida los ojos de Edward brillaron con fulgor cuando le preguntó el nombre de su adversario dejando en claro que no se rendiría fácilmente.

-¿Y tu nombre es...? -preguntó el joven-.

-Mi nombre es Celadon -respondió el aventurero con un tono de impaciencia en su voz-.

A medida que viajaban juntos Celadon le contaba sobre sus enormes desafíos y peligros constantes El joven Edward comenzó a darse cuenta de que su nuevo amigo era mucho más que un simple cazatesoros solitario Había algo en su pasado que había llevado a Celadon a buscar una vida de aventuras solitarias en la naturaleza Edward se sintió curioso acerca de su pasado pero sabía que tendría que ser paciente para que Celadon se sintiera cómodo y hablara de ello más adelante.

Por ahora estaba emocionado de tener su compañía y de embarcarse juntos en la aventura.

El viaje estaría lleno de emociones y desafíos. Sería una nueva aventura cada día. Junto a Celadon, Edward aprendería sobre magia, monstruos, trucos de supervivencia y habilidades en la naturaleza que nunca había conocido antes. Y, a medida que se adentraran más en el continente de Faunia, Edward se daría cuenta de que este era solo el comienzo de un viaje épico lleno de peligros y descubrimientos.