En Las Garras Del Mafioso.

—Señor, lo perdimos. —Informó uno de los hombres que Leandro había mandado a vigilar a Luka. 

—¿Cómo que lo perdieron? —Él se puso de pie y caminó hacia él, con el arma en la mano—. ¿No les dije que lo cuidarán bien? 

—Se reunió con el joven Emanuele y, después de que terminarán de hablar, él se fue corriendo, pero entró en una calle donde estaban trabajando, así que fuimos a buscar otro lugar por el cual ingresar, pero no pudimos dar con él. —Explicó, sintiendo el cañón del arma contra su barbilla. 

—Ese bastardo de nuevo, ¡Mierda!, —se quejó— ¿Dónde está él? 

—Él se fue con una chica, no lo siguió y no le habló. Pero, el señor Luka parecía estar llorando, creo... creo que no eran solamente amigos, o no lloraría así... 

—Cierra la puta boca y dedícate a buscarlo, deja de sacar conclusiones estúpidas. —La voz amenazante de su jefe le hizo bajar la cabeza y asentir—. Iré personalmente con Emanuele, dile a Leo que tenga lista la camioneta. 

El empleado asintió y salió. Leandro regresó a su escritorio y buscó en los cajones hasta encontrar la carpeta beige que le había llegado esa mañana. 

...----------------...

Emanuele iba llegando al edificio donde vivía. Pensó que saliendo con alguien lograría sacar a Luka de sus pensamientos, sin embargo, luego de ese encuentro, la salida con esa chica le resultó ser demasiado aburrida. Ni siquiera pudo prestarle atención a todo lo que decía. Únicamente respondía asintiendo y con palabras vagas. Y es que la mirada de Luka y la voz quebrada le habían estado martillando los pensamientos. 

Dejó escapar un suspiro pesado y siguió caminando, sin embargo, pronto fue detenido por un par de zapatos de marca. Al levantar la mirada, sus ojos se encontraron con la furiosa mirada azabache. 

—Señor Leandro. —Tartamudeo él. Recordando la advertencia y lo ocurrido horas antes, pensó que había firmado su sentencia de muerte. Pero él no había buscado a Luka, ni siquiera le hizo una llamada o envío un mensaje por miedo a que su celular fuese revisado en el futuro. No obstante, conociendo los métodos para nada ortodoxos que utilizaba, sabía que no iba a creerle ni una palabra de su explicación. 

—Viendo tu reacción, debo suponer que sabes a qué vine. —Dijo, poniendo una de sus manos en el hombro del estudiante. Aunque no se llevaban por más de cinco centímetros, Emanuele podía sentir una fuerte presión sobre él. Era como si fuese una presa al asecho de su cazador. 

—No lo busque, se lo puedo asegurar. Nos encontramos en la entrada de la universidad por casualidad, no le hablé de usted ni sobre lo que me dijo... —Emanuele no podía negar que estaba sudando. Si bien podía pelear fácilmente contra el puño a puño, no dejaba de ser un simple muchacho de campo con una familia sin mucha riqueza o poder. 

—Tranquilo, no vengo por eso. —Dijo, confundiendo a Emanuele—. Luka ha desaparecido y tú eres la última persona con la que tuvo contacto, ¿No sabes a dónde pudo haber ido? 

—No, no tengo idea... tal vez Andrea lo sepa. Si puedo ayudar, haré lo que sea para poder encontrarlo. —El rostro de Emanuele se bañó en preocupación. Leandro podía ver que sus sentimientos eran sinceros, sin embargo, no iba a permitir que él lo encontrará primero, después de todo, él quería llevarse todo el crédito por ello. 

—¿Qué puedes hacer tú?, mejor dedícate a estudiar y ganar dinero. —Leandro se dio media vuelta y se fue. 

Emanuele se sentía importante. Era verdad, él no podía hacer nada más que ser un estorbo. Pensó en ir a la policía, pero pronto deshecho esos pensamientos. Leandro era un mafioso y Luka había sido su secretario, no podía ponerlo en la mira de las leyes. 

Pero tampoco podía quedarse sin hacer nada. Se dio media vuelta y fue al bar de David, al menos quería algunas respuestas o pistas de su paradero.

...----------------...

Luka estaba vestido con ropa transparente, un velo blanco en el rostro y algunos objetos brillantes adornaban su cuerpo. Jamás en su vida había pensado que un día sería humillado de tal manera. Sus manos y pies estaban esposados con una cadena que los unía. Sus ojos ardían con rabia. Si hubiese podido, ya habría más de una persona muerta en ese momento. 

Los ojos lascivos de esos hombres, mientras le tomaban fotografías, poniendo su cuerpo en diferentes posiciones, le revolvían el estómago. Para su suerte, no había comido nada, o seguramente ya hubiese vomitado todo. 

—Quítale la mordaza. —Ordenó ese horrible hombre robusto. Desde que sus empleados comenzaron a vestirlo y tomarle fotografías, no había dejado de restregar su asquerosa mano contra su pantalón. 

—¡Hijos de puta!, ¡una vez que salga de aquí, los mataré yo mismo! —gritó, apenas y le quitaron la mordaza. 

El hombre pareció tranquilo a sus amenazas. Como si sus palabras no fuese más que un puto circo. Una sonrisa arrogante adorno su rostro y sus dientes amarillentos aparecieron. Justo cuando no podía parecer más nauseabundo, lograba superarse. 

—¿Cuándo salgas de aquí? —cuestionó con burla y desdén—. Cuando salgas de aquí, no serás más que la puta de un millonario que pagará muy bien por tu sucio cuerpo. 

Los músculos del cuerpo blanquecino se contrajeron. Debía escapar antes de ser vendido a saber con quién. Su madre o hermanos, nadie sabía nada de él y, como se había distanciado en los últimos días, dudaba mucho que comenzarán a buscarlo a tiempo. No sabrían de él hasta que hubiese sido subastado en algún lugar del mundo.

—Yo no soy la persona que buscan —dijo, con un hilo de voz—, no sé a quién buscan, pero definitivamente no soy yo. 

—¿Crees que somos idiotas?, te hemos estado buscando desde la redada en Estados Unidos. —El asqueroso hombre se puso de pie y caminó hasta él—. Salgan, hablaré con él en privado. —Ordenó, causando escalofríos a Luka. 

—Me están confundiendo de persona, no tengo nada que ver con cualquier cosa que haya pasado en el extranjero. ¡Ni siquiera he salido del país! —Gritó, tratando de verse fuerte, pero, lo cierto era que, en el fondo, estaba temblando de miedo. 

—Por supuesto, y yo soy tu padre. —Mencionó con sarcasmo—. Por cierto, el rostro que tienes es hermoso, y tu cuerpo es especialmente encantador. —El hombre entrecerró los ojos y lamió sus labios. Luka únicamente pudo sentirse nauseabundo. La mirada que tenía sobre él y la forma en la que acariciaba su parte inferior con su asquerosa mano, le dejaba claro los pensamientos que tenía por él. 

—¡No te acerques, hijo de puta! —Luka trató de retroceder, sin embargo, las ataduras en sus extremidades se lo impidieron. 

—No creo que a los clientes les importe que su producto haya sido usado un poco. 

El hombre estiró la mano y la paso por las piernas de Luka, mientras lamía ansioso sus labios. 

—¿Estás seguro? —Preguntó Luka, como si no le molestará ser tocado por ese bastardo, sin embargo, por dentro, las ganas de vomitar estaban presentes—. Cualquier persona se enojaría si lo que compra está usado, y más si paga millones por ello. 

—No intentes salvarte, niño. Si quiero, puedo decir que nunca llegaste o que hubo un accidente a la hora de tu traslado. Nadie se enojaría porque faltas tú. Así que, coopera si no quieres salir herido. 

...----------------...

—¿Lo tienen? —Cuestionó, con una suave voz fría.

—Sí, el mago está con él. —Respondió. Estiró su mano y una USB fue dejada sobre el escritorio—. Llegó eso hace menos de veinte minutos. Lo he revisado y es él, es Luka Mancini. 

Él agarró la USB y la miró detenidamente. Recordó el rostro de ese idiota y su ceño se arrugó—. ¿Elisa o Vicenzo han hecho algún movimiento? 

—Por el momento no. Los dos hermanos se han mantenido la margen, sin embargo, quienes sí están buscando al chico son los Bernocchi. También ese chico pueblerino: ¿Emanuele? Sí, creo que ese es su nombre. Él fue a buscar información al bar de David. 

Las manos delgadas se apretaron en un puño y la ira hacia Luka creció diez por ciento. Aún no podía comprender por qué ese don nadie les interesaba tanto. Aunque Luka no tenía nada que ver, debía hacerle pagar haberse metido con lo que es suyo, y qué mejor manera de disfrazar su crimen con esa sucia organización criminal. 

—Mantén los ojos sobre Andrea y Emanuele. No quiero que nadie se interponga, y si interfieren, ya sabes que hacer. Yo me encargaré de los Bernocchi.

—Sí, señor.