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Cuando Me Miras Así

Cuando Me Miras Así

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Mujeriego enamorado / Malentendidos / Dejar escapar al amor / Amor-odio / Autosuperación
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Emma ha pasado casi toda su vida encerrada en un orfanato, convencida de que nadie jamás la querría. Insegura, tímida y acostumbrada a vivir sola, no esperaba que su destino cambiara de la noche a la mañana…
Un investigador aparece para darle la noticia de que no fue abandonada: es la hija biológica de una influyente y amorosa pareja londinense, que lleva años buscándola.

El mundo de lujos y cariño que ahora la rodea le resulta desconocido y abrumador, pero lo más difícil no son las puertas de la enorme mansión ni las miradas orgullosas de sus padres… sino la forma en que Alexander la mira.
El ahijado de la familia, un joven arrogante y encantador, parece decidido a hacerla sentir como si no perteneciera allí. Pero a pesar de sus palabras frías y su desconfianza, hay algo en sus ojos que Emma no entiende… y que él tampoco sabe cómo controlar.

Porque a veces, las miradas dicen lo que las palabras no se atreven.
Y cuando él la mira así, el mundo entero parece detenerse.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 18

Narra Emma.

Cuando cerró la puerta y me dejó sola, me quedé sentada en la cama, inmóvil. Solo escuchaba mi respiración un poquito agitada y el corazón latiéndome raro, como si estuviera corriendo. No entiendo. No entiendo nada.

Me miré las manos. Todavía sentía su calor en mis dedos. Me había mirado tan cerca, me había tocado la cara, me había dicho que yo era preciosa y que le gustaba… pero después dijo que no, que no podíamos, que no estaba bien, que era como su hermana.

¿Hermana? Yo no lo veo como a un hermano. Nunca lo he visto así. Desde el primer día que lo vi me pareció diferente. Siempre lo buscaba con la mirada cuando llegaba, quería que me sonriera, que me hablara, que se quedara conmigo. Y cuando me ignoraba, sentía este vacío aquí… en el pecho.

Pero ahora… ahora no sé.

Me levanté despacio y caminé hasta el espejo del tocador. Me miré, miré mis rizos un poco despeinados, mis ojos rojos por las lágrimas que no terminé de llorar, mi pijama toda arrugada. Toqué mi cara, tratando de verme con los ojos de él.

—Hermosa… —murmuré, repitiendo lo que me había dicho—. ¿Entonces por qué no quiere?

No entiendo. Si me ve bonita, si dice que le gusto un poquito, ¿por qué no quiere? ¿Por qué me dice que estoy confundida? ¡No lo estoy! ¿Cómo puede saber él lo que siento mejor que yo?

Me dejé caer otra vez en la cama y me tapé la cara con las manos. Quizá… quizá es que no soy suficiente. Quizá hay otras chicas allá afuera, chicas como las que van a las fiestas de sus amigos, que son mejores para él. Chicas que no se ponen nerviosas por todo ni preguntan tantas cosas.

Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas otra vez, pero apreté fuerte los párpados. No. No voy a llorar más.

Me senté derecha y suspiré profundo. Si él cree que no puedo hacerlo enamorarse de mí… pues lo haré de todas formas. Yo sé lo que siento, y él también lo siente, aunque no quiera admitirlo.

Apreté los puños y me miré al espejo otra vez, tratando de poner mi mejor cara, aunque por dentro todavía dolía.

—Algún día —le dije bajito al reflejo, casi como si fuera él—. Algún día no vas a poder decir que no.

Y me acosté, abrazando la almohada como si fueran sus brazos. Cerré los ojos y traté de imaginar que en vez de salir del cuarto, se hubiera quedado conmigo. Que en vez de decir que no, hubiera dicho que sí.

Y con esa idea… finalmente me quedé dormida.

[...]

Esa mañana decidí actuar normal. Como si nada hubiera pasado. Como si no hubiera llorado en su abrazo, como si no me hubiera dicho que no. Me vestí con mis leggings y mi camiseta para el gym, y cuando lo vi esperándome allí, como siempre, con esa cara seria, solo le sonreí un poquito y empecé a calentar.

Casi no hablamos, apenas un par de indicaciones suyas, como siempre. «Baja más la espalda», «no dobles las rodillas así», «sigue, no te distraigas». Me costaba mirarlo sin pensar en la noche anterior, así que me concentré en las pesas, en contar mis repeticiones.

Cuando terminamos, me fui a bañar enseguida y me puse un vestidito sencillo y fresco. Ya quería sacarme de encima esa tensión que sentía cuando él estaba cerca.

Mientras desayunaba algo rápido, Felipe mandó a llamarme a su oficina. Caminé hasta allí un poquito nerviosa —siempre me pongo nerviosa cuando es algo serio con él— y lo encontré sentado detrás de su enorme escritorio, con una pila de papeles y unos folletos de colores bien ordenados frente a él.

—Ven, siéntate aquí, Emma —me dijo con una sonrisa.

Me senté y él empujó los folletos hacia mí. Eran de universidades. Muchas universidades. Todas se veían hermosas en las fotos.

—En unos meses vas a comenzar la universidad —me explicó—. Quiero que vayas pensando dónde quieres estudiar. Estas son las mejores opciones.

Abrí los folletos y los hojeé despacio, tratando de entender todo lo que decían. En realidad… yo ni siquiera había pensado qué quería estudiar. Ni siquiera sabía por dónde empezar.

—¿Y cuál está más cerca de casa? —pregunté bajito, un poco abrumada.

Él sonrió y señaló una con el dedo.

—Esta. Es donde estudia Alexander también.

Lo miré sorprendida, y él asintió, satisfecho.

—Ambos van a manejar el negocio cuando tu madre y yo nos pensionemos. Es bueno que estudies algo relacionado. Este es tu futuro, Emma, y quiero que te prepares bien.

No sé por qué, pero sentí un calorcito en el pecho. Pensar que él confiaba en mí para algo tan importante me emocionó. Me explicó que tendría que aprender muchas cosas, que tendría que ser fuerte y no mezclar lo emocional con lo laboral. Que él y mamá me ayudarían, pero que dependía de mí dar lo mejor.

Asentí en silencio, prestando atención a cada palabra. Era la primera vez que me hablaban de algo así, como si yo realmente fuera capaz.

Después de eso, volví a mis clases con mis profesores. Como todos los días. Historia, matemáticas, un poco de literatura.

Cuando terminé, decidí bajar a bañar a Jack junto con Ramón. Me arremangué el vestido, me até el cabello y nos pusimos a jugar con la manguera y el jabón. Jack se revolcaba y Ramón y yo nos reíamos a carcajadas mientras el perro nos salpicaba de agua. Terminé empapada, con las manos llenas de espuma, pero feliz.

Justo cuando estábamos terminando, lo vi. Alexander.

Entró por el jardín, con sus llaves en la mano, y se quedó mirándome.

Me miró… de arriba abajo.

Yo solo me encogí de hombros y le sonreí con esa pequeña valentía que me estaba saliendo últimamente. Como diciendo: Sí, estoy mojada, desordenada y feliz. ¿Y qué?

Él no dijo nada. Solo siguió mirándome, con esa expresión suya que nunca logro descifrar del todo.

Y yo… seguí sonriendo. Porque, aunque no lo entienda todavía, por dentro me sentía bien. Orgullosa de mí.

[...]

Narrado en tercera persona.

Emma había decidido que no quería seguir dándole vueltas al rechazo de Alexander. Cada vez que lo pensaba, sentía un apretón incómodo en el corazón, así que se propuso distraerse con todo lo que pudiera.

Pasó la tarde jugando con Jack, corriendo de arriba abajo por el jardín, riendo mientras el perro le saltaba encima y la empapaba de babas. Luego fue a la cocina y se instaló allí con las empleadas, ayudándolas con lo que hiciera falta.

De vez en cuando, mientras pelaba manzanas para un pai, se robaba un puñado de las zanahorias minis de Alexander, comiéndoselas como si nada. Al final de cuentas, todo esto también es mío… pensó, recordando las palabras de sus padres.

Las cocineras la pusieron a cortar manzanas, mezclar una que otra cosa, echar azúcar y canela, aunque claramente ellas hacían todo el trabajo real. Igual Emma terminó igual de sucia que ellas, con harina en las mejillas y azúcar pegada en las manos.

En algún momento, una de las señoras encendió el pequeño radio de la cocina, y empezó a sonar una canción movida. Emma no pudo resistirse: se colocó unos lentes grandes de cocina, agarró un cucharón y comenzó a cantar como si fuera su micrófono, bailando de un lado a otro.

Las cocineras se miraron entre sí y no pudieron evitarlo: también comenzaron a moverse y reír, acompañándola en su pequeño concierto improvisado.

En medio de toda la diversión, Emma alzó la vista… y la vio.

Allí, en una esquina del techo, una pequeña cámara se movía ligeramente.

Se quedó congelada, con el cucharón en la mano, y luego señaló con un dedo.

—¿Y eso? —preguntó en voz alta, confundida.

Las cocineras pararon también y la miraron.

—Ah, niña, eso son las cámaras de seguridad de la casa —explicó una de ellas, quitándole importancia—. Hay en todas partes, m’hija, no se asuste.

Emma entrecerró los ojos y vio cómo la cámara de pronto quedaba totalmente quieta, como si se hubiera dado cuenta de que la habían descubierto.

Ella se rió bajito y comentó:

—Es como si alguien nos estuviera espiando en secreto… y se diera cuenta de que lo descubrimos.

Las mujeres también rieron con ella, aunque un poco incómodas.

—No, no, señorita —dijo otra, con un gesto con la mano—. Eso lo monitorea un viejito en un cuarto del sótano. Casi no mira nada, solo cuando hay algún problema.

—Ah… —Emma ladeó la cabeza, todavía divertida—. Bueno, mientras no se ponga a grabar mis bailes ridículos…

Las cocineras negaron con la cabeza, sonriendo, y ella se encogió de hombros.

—Está bien, entonces las ayudo a recoger todo esto.

Las señoras intentaron detenerla, asegurando que ellas lo harían, pero Emma insistió. Barría, recogía harina del suelo, lavaba utensilios. Aunque le decían que no, ella seguía con una sonrisa, sin importarle ensuciarse un poco más.

Cuando finalmente todo estuvo ordenado, se despidió de las señoras con un beso en la mejilla y se fue a su habitación a bañarse. Subió las escaleras con el corazón ligero, sintiéndose útil, orgullosa y más tranquila que en días anteriores.

En su mente, aún le daba vueltas a esa cámara que parecía haberla seguido mientras bailaba.

Y, sin poder evitarlo, soltó una risa para sí misma antes de entrar a la ducha.

—Si alguien estaba mirando… seguro se divirtió más que yo.

1
Arie1
Alexander se va volver loco🤭
Arie1
Oigan y ¿porque no? Alexander esta loco o no quiere verla en su cabeza como una mujer
Arie1
🤣🤣🤣😭🤣😂
Arie1
Hasta que por fin te enteraste mijo
Arie1
Jack siemore esta en sus piernas
Arie1
Alexander deja el delirio mijo que te pasa , ya quiero leer su version🤭
Arie1
yi ni quirii milistirlos- muchacha y si te hubieras morido
Arie1
Pobres de los padres apenas la tienen y casi se le desvive
Arie1
🤣🤣🤣 siento que Alexander me va caer bien
Arie1
Eres tu mi ser amado?
Arie1
El le dice a su esposa que este tranquila pero el no puede estarlo (llora en recuentro de padre e hija😭)
Lorena Espinoza
Está muy interesante la historia 😍
F10r: Me alegra que te este pareciendo interesante☺
total 1 replies
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