Esta Vez Cambiare Mi Destino.

...

—¡Jerome! —chilló Ángel asustado.

—¿Te lo permití?

—Líder Barlovento…no es prudente hablar de eso aquí —exclamó Ángel, apretando los dientes y sintiendo escalofríos correr por su columna vertebral. ¡Nunca pensó que el hombre se atrevería a decirlo en público! Le había prometido que no lo anunciarían hasta dentro de un mes, en la celebración del cumpleaños del antiguo líder.

Además, ¡él solo quería que Víctor fuera estable dentro de la familia Ballestero para anunciar su rompimiento con el alfa y tener el camino libre! Y ese mes era más que suficiente. Pero ahora las cosas se habían complicado. ¡Él ni siquiera se lo había dicho a sus padres todavía! Miró a Noah con enojo. ¡Si no fuera por su estúpida provocación, Jerome no habría dicho nada!

—¿Por qué? —preguntó ansioso Noah, ajeno a las maldiciones proferidas en su honor por parte del rubio.

Él estaba concentrado en temas más importantes, como que en su vida pasada dicho rompimiento no llegó hasta dos años después. Esto era una diferencia de tiempo demasiado grande, ¿por qué era así?

Contempló al alfa, sintiéndose asustado. ¿Qué era diferente? Él apenas había regresado, su presencia no podía interferir con nada aún.

—Porque el joven Craso y yo no tenemos nada en común. No hay nada más —respondió Jerome con voz tranquila, como si hablara del clima.

Noah se sintió mareado y solo atinó a ponerse el vaso de cristal en la mejilla. El frío lo despertó un poco.

—¿Estás bien Noah? —preguntó Aleida, dándole palmadas en la espalda. —Estás algo pálido. ¿Necesitas un médico?

—Yo…

—¡Noah! —gritó Ángel, totalmente furioso. Era la primera vez que alguien lo veía fuera de su papel. El pelinegro quería reír por su logro, pero el mareo no se lo permitió. —¡Tú arruinas todo! —Con el enojo cubriendo su inteligencia, Ángel se lanzó sobre el chico sin medir las consecuencias.

Este era un comportamiento que ninguno esperaba por parte del siempre amable y bondadoso Ángel. Así que cuando reaccionaron, el omega ya estaba encima de Noah, jaloneando su ropa y rasguñando su cuello. Incluso, debido al forcejeo, el pelinegro había dejado caer el vaso de cristal, provocando un sonido estridente que llamó la atención de los pocos invitados que todavía quedaban.

—¡Eres un egoísta! —recriminó. Algunos de los invitados más jóvenes que aún no se habían ido, sacaron sus celulares y comenzaron a grabar. —¡Si no fuera por ti, Víctor habría crecido con su familia! Él y yo estaríamos comprometidos desde antes, ¡y yo no estaría pasando por esta vergüenza! ¡Tú eres el culpable!

La dulce imagen que había creado durante mucho tiempo, fue destruida por el mismo Ángel con esas palabras. Pero no pareció preocuparse demasiado por ello, y se entregó a su furia.

—¡Ángel detente! —gritó Aleida, dando unos cuantos pasos para acercarse a los chicos, pero Erminia que se había puesto a su lado en algún momento, la detuvo e hizo que retrocediera. —¡Erminia!

—¡No puedes detenerlos! ¡Solo saldrás lastimada! —Aleida miró impotente como los dos se enfrascaban en la pelea.

—Suéltame —dijo el pelinegro, intentando no dejarse provocar por el omega. Es solo que Ángel no apreció sus buenas intenciones y siguió tocando su línea de fondo.

—¿Por qué debías llegar a nuestras vidas? ¡Eres un impostor! —farfulló el rubio. Sus alaridos comenzaron a molestar al chico. Y al ver que el otro no reaccionaba, Ángel fue más desenfrenado y no midió sus palabras. —¡Él ni siquiera te amó nunca! Todo el tiempo te despreció, ¿sabes? ¡Cuando estaba conmigo, incluso nos burlábamos de ti!

Noah no era alguien fácil de intimidar, y aunque rehuía a la violencia, el omega ya lo había irritado lo suficiente. Debía demostrar que no era un enclenque. Alzó una mano y soltó un puñetazo a la mejilla del otro, que lo hizo terminar en el suelo, justo a lado de los cristales rotos.

—¡Yo no fui quien te obligó a cog3rs3 a Víctor cuando ya estabas comprometido! —declaró Noah, ajeno al público. Y tan pronto como lo dijo, sintió una especie de liberación que hizo que su cuerpo se sintiera ligero como nunca antes. Si. La violencia no era la respuesta, pero ¡que bien se sentía! Debió haber hecho esto desde hace una vida. —¡No me culpes por no saber cerrar las piernas! ¡Y por arrastrarte frente a cada hombre que se te pone enfrente! ¿Y a quién le importan tus palabras y burlas?

Ángel se enfureció más por el puñetazo y se levantó del suelo. Sin dudarlo, le lanzó un golpe al pelinegro, que aunque no tenía la misma fuerza, no dejaba de ser doloroso. Noah sintió la sangre en el interior de la boca, le había roto el labio.

Se limpió con la manga de su saco y miró la mancha roja en la tela.

—Ja, por primera vez demuestras quién eres Ángel. —Se burló, lamiendo su herida.

No tuvieron tiempo de intercambiar más golpes, pues uno de los guardaespaldas de Jerome se había acercado en algún momento y los había separado.

—Jóvenes, por favor deténganse.

Noah, al ser en su interior un adulto de veintisiete años, se dijo que no era prudente que siguiera peleando con un mocoso de dieciocho años —aunque no se arrepintió por lo bien que se sintió luego de estamparle la mejilla—, así que dejó de forcejear con el hombre fornido y se retiró un paso.

—Bien —dijo Noah, dándose media vuelta. No quería ver la cara desagradable del otro. Entonces se dio cuenta de que estaba frente a Jerome, solo a un paso de distancia. Se sintió picado, pero no podía retroceder o chocaría con el guardaespaldas.

—¡Bien —repitió Ángel, sobándose la mejilla golpeada.

El hombre bajó los brazos y respiró. No quería ejercer fuerza de más y lastimar a los chicos por accidente. Que se detuvieran por voluntad propia era lo mejor para él.

Fue en ese momento de relajación que Ángel aprovechó y empujó a Noah por la espalda. El omega no se había dado cuenta frente a quién estaba el otro, y terminó empujándolo encima del alfa. Se asustó cuando se dio cuenta de lo que había hecho.

—¡Lo siento! —gritó y un segundo después salió corriendo como un vil cobarde. Su madre lo vio alejarse y fue tras él. La escena en sí era demasiado bizarra y más de una cámara grabó el momento.

—¡Maldito traicionero! —condenó Noah, apoyando ambos brazos en un pecho fuerte. Se pasmó cuando se dio cuenta en donde había caído. Intentó levantarse, pero una mano estaba aferrada a su cintura.

Lo único que le impedía perder la cabeza en ese instante, era el ardor que sentía en el labio.

—Yo…yo…no lo hice a…propósito —tartamudeó.

Noah sintió que la temperatura del lugar aumentaba drásticamente y lo hacía sentir insoportable.

—Lo sé. Te empujó —dijo Jerome con voz ronca. Sus ojos parecían ser más oscuros de lo normal, y el chico se sintió intimidado por primera vez.

—Lo siento, te he ensuciado… —balbuceó, sintiendo que su cabeza daba vueltas. Por alguna razón, la mano de Jerome se apretó en su cintura al escuchar sus palabras.

“Maldito Ángel, ¡me pagarás esto con sangre!”

—¿Qué has dicho?

—Yo…yo… ¡debo irme! —Noah se levantó del regazo del hombre y sin mirar a nadie, salió disparado hacia la puerta. En pocos segundos, había desaparecido.

Jerome vio sus manos vacías y un sentimiento sutil lo atravesó.

—Hugo —llamó el alfa, colocando ambas manos en su regazo.

—Dígame, líder. —El beta se presentó casi en cuanto las palabras terminaron de ser pronunciadas. Cuando el jefe estaba demasiado tranquilo, daba más miedo.

—Frazada.

—¿Disculpe?

—Necesito una frazada —repitió Jerome con serenidad.

—¿Sí?

—Hace frío.

Hugo recordó que por la mañana había revisado el reporte del clima y se había anunciado un hermoso día soleado de 22° para hoy y el resto de la semana. Incluso si estabas en el exterior, podías sentir un ligero bochorno en el ambiente. Pero ¿el jefe tenía frío y pedía una frazada?

¿Quizás el aire acondicionado era demasiado para el hombre?

Con un par de dudas, Hugo no se demoró y corrió a buscar una frazada al automóvil. Siempre llevaban una por si acaso, puesto que la condición física del jefe así lo exigía. Es solo que, generalmente, la manta solía utilizarse en invierno o en días nublados…

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