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Cuando Me Miras Así

Cuando Me Miras Así

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Mujeriego enamorado / Malentendidos / Dejar escapar al amor / Amor-odio / Autosuperación
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Emma ha pasado casi toda su vida encerrada en un orfanato, convencida de que nadie jamás la querría. Insegura, tímida y acostumbrada a vivir sola, no esperaba que su destino cambiara de la noche a la mañana…
Un investigador aparece para darle la noticia de que no fue abandonada: es la hija biológica de una influyente y amorosa pareja londinense, que lleva años buscándola.

El mundo de lujos y cariño que ahora la rodea le resulta desconocido y abrumador, pero lo más difícil no son las puertas de la enorme mansión ni las miradas orgullosas de sus padres… sino la forma en que Alexander la mira.
El ahijado de la familia, un joven arrogante y encantador, parece decidido a hacerla sentir como si no perteneciera allí. Pero a pesar de sus palabras frías y su desconfianza, hay algo en sus ojos que Emma no entiende… y que él tampoco sabe cómo controlar.

Porque a veces, las miradas dicen lo que las palabras no se atreven.
Y cuando él la mira así, el mundo entero parece detenerse.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 16

Narra Emma.

Mamá me estaba peinando los rizos frente al espejo, como cada mañana, con tanta delicadeza que me daban ganas de cerrar los ojos y quedarme así para siempre. Sus dedos eran cálidos y olían a perfume. Pero yo estaba distraída.

No podía dejar de pensar en lo que pasó anoche, en cómo me abrazó, en cómo me sostuvo mientras yo le contaba todo… aunque él no dijera nada. Aunque al final se quedara callado, como siempre.

Mamá notó que estaba ida.

—¿En qué piensas, mi amor? —preguntó, dándome un pequeño toque en la cabeza con el peine.

No supe cómo empezar, pero algo en mí decidió que no podía guardármelo más. Confiaba demasiado en mamá. Así que giré hacia ella, busqué un pequeño banquito y lo arrastré hasta que quedó frente a mí.

—Mamá, siéntate un momento —le pedí.

Ella me miró curiosa, pero obedeció. Se acomodó en el banco, cruzando las piernas con elegancia.

—¿Qué pasa, princesa? —me preguntó, sonriendo con dulzura.

Lo solté de golpe, sin pensarlo mucho, con las manos juntas y los dedos jugueteando entre sí:

—Estoy enamorada de Alexander.

Mamá se quedó quieta. Tan quieta que por un segundo pensé que me había equivocado en decirlo. Sus ojos se abrieron un poquito más, como sorprendida, y yo bajé la vista.

—¿Él lo sabe? —me preguntó después de unos segundos de silencio.

Negué con la cabeza rápidamente.

—No… bueno… aunque él lo sepa no lo quiere aceptar. Así que no cuenta. Y tú no tienes que decirle nada, ¿sí? —le supliqué, mirándola con mis ojos grandes.

Mamá me miró largo rato y de pronto sonrió con ternura, casi divertida. Me tomó las manos.

—Mi intención siempre fue que ustedes se llevaran bien, como hermanos —dijo, acariciando mis dedos—. Pero… —y ahí soltó una pequeña risita— …como novios también suena bien. Alexander es un buen muchacho.

Mis mejillas se encendieron como si me hubieran metido la cabeza en un horno.

—¿De verdad? —pregunté, con los ojos brillantes.

—Claro que sí —respondió, inclinándose para besarme la frente—. Es un poco gruñón, y a veces demasiado serio, pero no hay nadie más confiable que él.

Yo suspiré, toda emocionada, como si me acabara de confesar que los cuentos de princesas eran reales.

—Mamá… —le dije bajito, mordiéndome el labio—. Me gusta todo de él. Me gusta cuando llega de la universidad y me saluda, aunque lo haga con cara de fastidio. Me gusta cuando me enseña cosas, aunque luego me regaña. Me gusta… cuando se ríe con sus amigos y se le hacen esos hoyuelos en la cara. Me gusta hasta cuando me ignora.

Ella me miró con ternura infinita, como si supiera algo que yo todavía no.

—Ay, mi niña… estás tan enamorada que hasta se nota en tus ojitos —dijo, y yo reí tímidamente, escondiendo la cara entre mis manos.

No podía creer que fuera verdad. Que mamá lo aceptara. Que me entendiera.

—Pero no le digas nada a papá, ¿sí? —le pedí, casi en un susurro.

Ella rio otra vez, divertida, y prometió que no.

En ese momento, mientras mamá seguía peinando mis rizos y yo me mordía la sonrisa, me sentí la chica más feliz del mundo. Aunque él no lo supiera —o no lo quisiera aceptar—, yo estaba segura de lo que sentía por él.

Y no pensaba rendirme tan fácilmente.

[...]

Le conte a mis primos de mi amor por Alexander y como el no me hacia caso asi que sus mentes crearon un plan para que el se fijara en mi me dijeron que solo tenia que provocarlo sacandome a salir siempre.

Hoy las mellas y Wily me invitaron a salir otra vez, y esta vez Nadia y Navila insistieron muchísimo en que debía vestirme “como una mujer de verdad”. No entendí bien qué querían decir al principio, pero en cuanto me pusieron ese vestido verde olivo supe que algo había cambiado.

Me miré al espejo, y por un segundo sentí que no era yo. El vestido era largo, sí, pero me apretaba en todos lados, como si quisiera mostrarle al mundo que yo ya no era una niña. Mis rizos estaban sueltos, perfectamente definidos, y las mellas incluso me pusieron un poco de maquillaje que me hacía ver… distinta. Hasta yo lo notaba.

—¡Dios mío, Emma! —rió Nadia, aplaudiendo—. Así es como se hace.

Hablamos por video llamada mientras ellos me esperaban afuera de la mansion.

—Alexander no va a poder ni respirar cuando te vea —añadió Navila, guiñándome un ojo.

Eso hizo que me sonrojara de inmediato. Me reí un poco y jugueteé con el borde del vestido.

—¿Ustedes creen? —pregunté en voz baja, aunque por dentro algo en mí esperaba que tuvieran razón.

—Créenos, primita —dijo Wily, cruzado de brazos con esa sonrisa suya—. Ese idiota no va a saber ni cómo reaccionar.

Yo solo asentí, intentando calmar mis nervios. No podía dejar de sonreír mientras bajaba las escaleras de la mansión, ya lista para salir.

Pero cuando abrí la puerta, me encontré con Alexander.

Él acababa de llegar, y se estaba quitando la chaqueta en el recibidor. Al levantar la mirada, se quedó quieto.

No dijo nada de inmediato. Solo me miró. De arriba a abajo. Lento. Como si estuviera intentando entender qué estaba viendo.

Yo sentí que las mejillas se me encendían, pero me obligué a sonreír.

—¿A dónde vas? —preguntó finalmente, su voz seca, casi fría.

Yo lo miré, con el corazón latiéndome muy rápido, y me mordí un poquito el labio para no reír. Antes de que pudiera responderle, el claxon sonó afuera.

Sin decir nada, solo le regalé una sonrisa más amplia, levanté el mentón —tal y como las mellas me habían enseñado— y caminé hacia la puerta.

Podía sentir su mirada quemándome la espalda mientras bajaba los escalones y me subía al coche donde ya me esperaban mis primas.

Desde la ventana del coche, lo vi quedarse allí parado, con el ceño fruncido, mirándome.

No sé por qué… pero eso me hizo sonreír aún más.

[...]

Intenté cerrar los ojos y quedarme dormida, pero no podía. La sábana me resultaba incómoda, la almohada muy dura, el cuarto demasiado silencioso. Mi mente no se callaba.

Pensaba en todas las veces que había intentado agradarle. En cómo me vestí bonita, en cómo me reía cuando él estaba cerca, en cómo buscaba cualquier excusa para hablarle… y nada. Era como si no me viera.

Quizá no era suficiente. Quizá nunca iba a ser suficiente para alguien como él.

Me giré en la cama, dándole la espalda a la puerta y abrazando fuerte la almohada. Imaginé que era alguien que me consolaba y me decía que todo estaba bien. Que algún día, él también me miraría como yo lo miro a él.

Suspiré profundo, sintiendo otra lágrima escapar. Ya estaba harta de llorar, pero no podía evitarlo.

En eso, escuché el ruido del portón principal. Eran pasos rápidos, un par de voces apagadas, risas masculinas. Alcancé a distinguir su voz entre ellas, grave y cansada.

Mi corazón dio un brinco. Me quedé quieta, conteniendo la respiración.

Escuché la puerta principal cerrarse con un golpe leve, y después, sus pasos subiendo por la escalera. Se detenían un poco, como si no quisiera hacer ruido. O como si estuviera borracho.

Caminó por el pasillo, pasó frente a mi puerta. Pude oírlo. Mi corazón latía tan fuerte que temí que él lo escuchara también.

Quise levantarme, abrir la puerta y preguntarle si se había divertido. Si había bailado. Si había… estado con alguien más. Pero no pude. Me quedé ahí, con la mano en el pecho, temblando un poco.

Sus pasos siguieron hasta su cuarto, y después escuché cómo cerraba su puerta.

Me di la vuelta, quedando boca arriba, mirando el techo oscuro.

—Quizá nunca me vas a ver —susurré para mí misma, en la soledad de la habitación—. Pero… yo sí te veo a ti. Siempre.

Cerré los ojos, sintiendo otra lágrima, y finalmente, poco a poco, el sueño me fue venciendo.

A la mañana siguiente, me levanté con los ojos un poco hinchados, pero intenté disimularlo. No quería que nadie lo notara, y mucho menos él.

Me puse un vestido sencillo, recogí un poco mi cabello en una media cola y bajé como si nada. En la sala estaban sus amigos, Omar y Esteban, riendo de algo mientras Alexander los miraba con esa expresión relajada y confiada que siempre tiene.

Yo… yo simplemente lo miré un momento, por inercia. Y él, como si nada. Ni siquiera levantó la vista hacia mí, ocupado en una conversación con sus amigos y comiendo trocitos de manzana como siempre.

Apreté las manos y forcé una pequeña sonrisa, saludé educadamente a todos y caminé hacia la cocina a tomar un poco de agua.

Cuando regresé con mis carpetas para la clase, pasé cerca de ellos. Ni siquiera me miró. Omar y Esteban sí me sonrieron, me dijeron algo como “¡Hola, princesa!” y yo solo asentí tímidamente.

Intenté ignorarlo, de verdad. Intenté actuar como si no me importara.

Pero cada vez que lo veía reír con ellos, me dolía un poco el pecho. Y cuando su mirada pasaba sobre mí como si yo no existiera, sentía que me encogía.

Llegaron mis profesores, puntuales, y yo les di la bienvenida con la mejor sonrisa que pude fingir. Recogí mis carpetas y subí con ellos a la biblioteca para las clases.

Al subir, sin querer, miré por última vez hacia donde estaba él.

Y ahí estaba, por fin, su mirada en mí. No sonreía. Solo… me miraba.

Me detuve un segundo en las escaleras, notando cómo me seguía con los ojos. Y eso fue suficiente para que el corazón me latiera fuerte.

Me giré rápido y seguí subiendo, tragando saliva.

“Al menos… me vio”, pensé para mí, mientras entraba a la biblioteca con la mirada triste y una pequeña esperanza brillando muy en el fondo.

1
Arie1
Alexander se va volver loco🤭
Arie1
Oigan y ¿porque no? Alexander esta loco o no quiere verla en su cabeza como una mujer
Arie1
🤣🤣🤣😭🤣😂
Arie1
Hasta que por fin te enteraste mijo
Arie1
Jack siemore esta en sus piernas
Arie1
Alexander deja el delirio mijo que te pasa , ya quiero leer su version🤭
Arie1
yi ni quirii milistirlos- muchacha y si te hubieras morido
Arie1
Pobres de los padres apenas la tienen y casi se le desvive
Arie1
🤣🤣🤣 siento que Alexander me va caer bien
Arie1
Eres tu mi ser amado?
Arie1
El le dice a su esposa que este tranquila pero el no puede estarlo (llora en recuentro de padre e hija😭)
Lorena Espinoza
Está muy interesante la historia 😍
F10r: Me alegra que te este pareciendo interesante☺
total 1 replies
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